El equipo que atiende casos de covid-19 en el Hospital General Guasmo Sur está conformado por médicos, terapistas, personal de enfermería. Desde marzo han registrado 200 pacientes críticos. Foto: Cortesía Ministerio de Salud Pública
El jefe de la unidad de cuidados intensivos (UCI) del Hospital General Guasmo Sur es un sobreviviente de covid-19. José Vergara atendió a los primeros casos que surgieron en el país, en el centro de referencia que el Ministerio de Salud habilitó inicialmente en Guayaquil tras la alerta mundial.
El virus no lo contrajo en la primera línea de combate, donde las medidas de bioseguridad eran extremas. Por el contrario, cree que el contagio se produjo en sus continuas salidas a reuniones para informar sobre los avances en la atención de los pacientes.
Después de superar su crítica condición regresó a la sala donde hasta ahora han atendido a cerca de 200 personas. Este es su testimonio:
“Un mes antes de la oleada estábamos preparados. Teníamos una sala con 24 camas, ocho para UCI y más 1 200 equipos de protección personal. Era un espacio exclusivo y fue donde llegó la primera paciente, el caso índice.
Pero la situación fue tan abrupta y nos sobrepasó. Todo el hospital tuvo que atender casos de covid-19, con 150 camas operativas y 35 médicos, algunos de ellos especialistas en cuidados intensivos.
Nada fue suficiente cuando llegamos a tener diez pacientes y hay solo una cama. Entonces debimos aplicar protocolos para determinar quiénes tenían mayor probabilidad de sobrevida. Es un momento sumamente difícil cuando como médico tienes que decidir quién entra y quién no. Eso nos afectó mucho.
Como especialistas sabemos que uno de cada tres pacientes graves va a fallecer, esa es la estadística mundial. Al final del día eso te genera mucha angustia, el saber que no pudiste hacer más. Pero el virus demostró que ningún lugar del mundo estuvo preparado y nosotros vimos de tres a cuatro veces más fallecidos que en la era no covid.
No sé si por evolución natural o porque hicimos algo diferente, Guayaquil es la única ciudad que en dos meses y medio logró torcer la curva de casos. Eso se puede explicar porque al inicio la exposición fue abrumadora y la población generó defensas o porque a partir de la tercera semana aplicamos el uso de corticoides.
Si algo cambió la historia de Guayaquil fue el uso de corticoides y tocilizumab en casos específicos. Desde que los usamos la mortalidad cayó y la necesidad de ingresar pacientes a áreas críticas cayó.
De hecho, yo estuve ingresado en cuidados intensivos con la enfermedad y recibí corticoides. Salí, 14 días después doné plasma y sigo trabajando. Desde el 1 de marzo hemos atendido a cerca de 200 pacientes.
Los corticoides se han usado hace muchos años y son una especie de boya de salvamento cuando el paciente está muy grave y no se tiene un diagnóstico certero. Es un as bajo la manga en muchas enfermedades, en especial las infecciones.
El 25 de marzo fui ingresado. No creo que haya adquirido la enfermedad en el hospital porque las medidas eran muy estrictas. En esos días tenía muchas reuniones y ruedas de prensa. Hubo muchos errores de no protegernos adecuadamente, porque salíamos del hospital y pensamos que estábamos protegidos de forma natural. Creo que de esa forma me contagié.
Lo más duro fue perder personas cercanas. Yo logré salir de cuidados intensivos a la semana, pero un colega que entró junto a mí falleció a pesar de todos los esfuerzos. Eso lastima.
En medio del dolor hay testimonios de quienes se recuperaron que nos alientan. Nos da alegría ver que logramos torcer la evolución natural de una enfermedad mortal. El primer paciente en recibir el alta llegó derivado de una clínica y a los 45 días salió caminando, agradecido y nos envió un video”.