Es de Javier Marías la frase que dice: “Los muertos, a falta de un lugar más confortable, se quedan en la cabeza de los seres queridos”. Ahora que ha fallecido a los 70 años de edad, por complicaciones derivadas del covid-19, se queda en las mentes de todos los que leyeron sus obras. El 11 de septiembre, las redes sociales se llenaron de elogios hacia Marías. Es que muchos lo consideraban “el gran novelista español del último medio siglo”. Rosa Montero, contemporánea al también columnista del diario El País, dijo que para ella “era el mejor candidato para el Nobel en la España actual”.
El autor era un habitual en las listas de candidatos de este importante premio literario cada año. “Es una lástima que no haya alcanzado el Premio Nobel porque era un serio candidato”, señala el novelista y diplomático ecuatoriano Francisco Proaño Arandi. Lo recuerda como un “prolífico escritor y una de las figuras más emblemáticas de la literatura española de los últimos años”.
Mientras que el escritor Óscar Vela lamentaba, a través de un mensaje en su cuenta de Twitter, “otra pérdida irreparable para la literatura”. A Marías lo consideraba un “autor que dio un lustre formidable a la lengua española con sus novelas, relatos y ensayos que quedarán para la historia entre lo mejor de nuestro idioma”, señaló. Marías, nacido en Madrid en el barrio de Chamberí en 1951, contaba con una extensa obra.
Es autor de 16 novelas, además de libros de ensayos, relatos e incontables artículos periodísticos. Asimismo, sus obras se han publicado en 46 lenguas y en 59 países, con casi 9 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.
Su método de escritura
A lo largo de su carrera ha sido galardonado con numerosos reconocimientos, pero más allá de esto y de su prolífica carrera, lo que lo convierte en un personaje admirable es que vivía y escribía sin tapujos y bajo sus propias reglas.
En un mundo abarrotado de avances tecnológicos, Javier Marías escribía todavía a máquina. Lo contaba en una entrevista que le hizo en 2018 la periodista venezolana Karina Sainz Borgo.
El método era el siguiente: acababa una página, la leía y la corregía a mano y volvía a teclearla. Y repetía el proceso cuatro o cinco veces. “De esa forma vas haciendo tuyo el texto. Muchos me dicen que pierdo demasiado tiempo, pero yo no escribo para ganar tiempo, sino para notarlo”, aseguraba. En esa ocasión Marías confesó que alguna vez sí utilizó un computador, pero no le gustaban porque se colgaban.
Al punto que cada vez que alguien le escribía un mail, su secretaria lo imprimía y le entregaba el mensaje y él respondía con una carta escrita a máquina, firmada con su puño y letra y escaneada en PDF para remitirla. “Virtuoso en su escritura, polémico en sus opiniones y desdeñoso con el poder, dejó siempre a su paso la elegancia de los que sobradamente pueden llevar la contraria”, escribía Sainz Borgo en el homenaje publicado en el diario ABC a propósito de su muerte.
Marías era crítico con el volumen de las novelas que se publican en la actualidad y se mostraba contrario a las “novelas superficiales, con tontunas” de las que decía que había muchas: “Parece que, solo con saber leer y escribir, cualquiera puede ser novelista”. Y como era siempre fiel a sus principios, estuvo en contra de la cultura de la cancelación, que criticaba férreamente en sus columnas periodísticas.
Y en el 2000 creó una editorial: Reino de Redonda, que, en sus palabras, “seguramente es la editorial más pequeña y pausada del Reino de España, ya que publica tan solo dos títulos al año, o a lo sumo tres”. Probablemente influenciado por su padre, el filósofo Julián Marías, publicó su primera novela a los 19 años: ‘Los dominios del lobo’ (1971) y le siguieron ‘Travesías del horizonte’ (1972), ‘El monarca del tiempo’ (1978) y ‘El siglo’ (1983). Su consagración llegó con ‘Corazón tan blanco’ (1993). La novela es considerada una obra maestra y ya es un clásico contemporáneo.
Para Proaño Arandi, es el mejor libro que escribió porque “marcó un momento de inflexión en la literatura iberoamericana”. En el caso de Javier Marías, destaca sobre todo “las interesantes tramas de sus novelas, que reflejaban de manera profunda a la sociedad española y la época que estamos viviendo”. Más allá de las tramas, Proaño Arandi cree que fue un “gran artista del lenguaje”. Llegaba a quienes leían sus letras con su carga de imágenes poéticas que le daban una mayor densidad a sus novelas.