De izq. a der., los médicos Daniel y Juan Carlos y su hija Alma, en lo que denominan un ‘beso de familia’. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Que salude al ‘papito’ Daniel (nombres protegidos), con un besito explosivo, le pide a Alma, de un año y medio. Y ella enseguida junta los labios y le lanza un gran mua. Juan Carlos -con cara de misión cumplida- acaricia el cabello de la nena y le coloca un cintillo rosa.
Para la niña, hasta ahora, la vida fluye sin el estrés que a veces agobia a sus dos papás.
No todo el tiempo, pero hay momentos en que se preguntan si su hija será discriminada por ser parte de una familia homoparental. Ellos son una pareja del mismo sexo, de las muchas que hay en Ecuador, cuyos derechos aún no son reconocidos. Por lo que son visibles para su círculo más íntimo pero se camuflan para los demás.
En noviembre, en el país se cumplirán 22 años de la despenalización de la homosexualidad. Y en los últimos tiempos, la comunidad de gais, lesbianas, bisexuales, trans e intersexo (Glbti) ha ido sumando puntos, como si se tratara de una carrera de resistencia.
Pero hay una lucha por la que esperan ya más de seis años. Se trata del matrimonio civil igualitario o reconocimiento de una boda entre dos personas del mismo género.
En el 2013, Pamela Troya y Gabriela Correa iniciaron la ‘pelea’ en juzgados. Y un año después interpusieron una acción extraordinaria de protección ante la Corte Constitucional (CC). Su caso no se ha movido. Pero hace nueve días, en el ente se oyeron argumentos a favor y en contra de aplicar acá la Opinión Consultiva 24/17 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Eso porque Efraín Soria y Javier Benalcázar, el 2018, recibieron un no del Registro Civil a su pedido de que los casara. Fueron a la Corte de Justicia de Pichincha, que preguntó a la CC si en el país se pueden usar esos derechos más favorables para los Glbti, sin reformar la Constitución, la Ley Orgánica de Identidad y el Código Civil.
Mientras tanto, la vida sigue adelante para Alma y sus dos papás. En la sala de un departamento de clase media alta en el norte de Quito, Daniel y Juan Carlos cuentan que, como suele ocurrir con los heterosexuales, se aseguraron de que su relación tuviera cimientos y buscaron opciones para ser padres, desde hace cuatro años. Revisaron la gestación subrogada en Estados Unidos, en México y en la India.
En Colombia, en una clínica de fertilidad, se concretó ese sueño, que Daniel veía lejano. Les ubicaron una donante de óvulo anónima y ambos dejaron sus muestras de esperma. Acordaron que no se les dijera quién es el papá biológico.
La hermana de Daniel participó como ‘vientre sustituto’. Por eso lograron registrar a Alma con los apellidos de Juan Carlos y el de Daniel. Pero en lo legal este último no resulta ser el padre sino el tío.
Los dos, de 32 y 42 años, por su condición de médicos, han lidiado sin problemas con situaciones que asustan a primerizos: fiebres o la hora del baño. Para cuidarla en sus primeros días, Juan Carlos usó el permiso de paternidad de 15 días; ya que él figura como el padre en el documento de identidad. Y luego Daniel sacó vacaciones.
“Pásame el abrigo rosa”, le pide el segundo, ‘el papi’, al ‘papito’ Daniel y arreglan a la niña para las fotos. “No hacemos daño a nadie”, repiten. Y muestran cuentos extranjeros con historias de una niña y dos papás y uno con dos mamás.
“Si nos encontramos con una sociedad llena de prejuicios -se proyecta Juan Carlos- y ella es señalada, nos vamos del país. Pero queremos dar la lucha en Ecuador”.
Por eso, para ellos la aprobación del matrimonio civil igualitario sería un paso para el reconocimiento de las familias diversas, como sucede en 26 países. Lo mismo cree otra pareja de hombres que supera los 40. Un médico y un abogado de buena posición económica, cuya hija tiene casi un año.
Ellos han tratado de que se aplique lo que ordenó la CC el 29 de mayo del 2018, de modo ‘erga omnes’ (para todos los casos), en la sentencia de Satya Bicknell Rothon, quien tiene dos mamás. Es decir, que se registre a todos los niños cuyos padres o madres hayan accedido a reproducción asistida.
La inscripción -estableció la Corte- debe hacerse con los apellidos determinados por los padres o el padre.
“La sentencia es vinculante, pero no se aplica”, sostiene el papá abogado de Martina.
“Legalmente la madre es la tía, porque la trajo al mundo”, se lamenta, y cuenta que hubieran adoptado, pero tampoco se les permite. “El matrimonio igualitario -afirma- traerá una cascada de derechos”.
“En Ecuador hay parejas del mismo sexo, es una realidad innegable, que no pasa por el reconocimiento jurídico”, argumentó Gina Benavides, defensora pública, en la audiencia del 29 de marzo. Y comentó que el principio de realidad es quebrantado cuando los Glbti ven obstaculizados sus derechos, por ejemplo a casarse.
Cristina y Diana son una de ocho parejas que patrocina la Fundación Pakta, dirigida por Christian Paula.
“Peleamos por el matrimonio igualitario, porque es un punto menos a la discriminación”, dice Cristina, mamá de Manuela, su hija de seis años, a quien crían. En junio concretaron su unión de hecho.
La pareja no oculta su relación ante nadie. Acuden juntas a las reuniones de una escuela de clase media. ‘Manu’ les dice a sus amigos que tiene dos mamás y que su papá vive en Perú. Esperan que en todo el país algún día las familias diversas no sean rechazadas.