Entrevista a Luis Gallegos, representante de Ecuador ante la ONU. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Entrevista a Luis Gallegos, representante ecuatoriano ante la ONU. Gallegos empezó sus labores diplomáticas en octubre del 2019. Antes se desempeñaba como Embajador extraordinario y plenipotenciario del Ecuador ante la ONU con sede en Suiza.
Las Naciones Unidas, en cuanto a derechos humanos, tuvo un 2019 bastante complicado, en particular en América latina. ¿Cómo evalúa el rol de Naciones Unidas en el año que terminó?
Para la ONU todos los años son complicados. La promoción y protección de los derechos humanos es una prioridad que la ONU y el Ecuador compartimos. Pero el 2019 ha sido un año particularmente complejo por el riesgo del resurgimiento de nacionalismos extremos y de extrema violencia en varias regiones del mundo. Sin embargo. en el 2019 también avanzamos en el sistema internacional de protección de los derechos humanos y el Ecuador ha sido uno de los países que más ha contribuido a esa agenda positiva, por ejemplo recientemente con la proclamación de la década de las lenguas indígenas, para implementar así la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas en el Ecuador y en el Mundo.
Los derechos humanos son un trabajo pendiente en la sociedad internacional. La defensa de los derechos de cada ser humano es un tema complejo en todas las sociedades nacionales y en la sociedad global. Las estructuras nacionales, regionales y mundiales para la protección de los derechos humanos están en un proceso de constante evolución, perfeccionamiento si se quiere, porque cada ser humano valora estos derechos solo cuando no los tiene o cuando corre peligro de no tenerlos. Los estados crearon estas estructuras y se obligaron a respetarlas por lo tanto deben privilegiar el dialogo, la investigación en caso de que ocurran violaciones y la protección a las víctimas, pero, sobre todo, la generación de vías para crear consensos y no divisiones.
Pensando en Chile, Ecuador y Bolivia, ha habido denuncias de situación de derechos humanos durante las protestas. ¿Hasta qué punto son escuchados los informes de Naciones Unidas?
Los casos son diferentes y nacen de circunstancias distintas. Todos los países tenemos nuestros propios desafíos: Francia, España, Estados Unidos, Colombia, Haití, India. Pero existe un denominador común que corresponde a las enormes desigualdades económicas y sociales; ese es un problema estructural que viene de décadas y que el Ecuador como muchos países del mundo estamos tratando de revertir. Debemos privilegiar el diálogo. Los sistemas creados por los estados en el ámbito de Naciones Unidas para proteger los derechos humanos tienen sobre todo un valor moral y ético. Son compromisos de los estados el respetar los tratados internacionales que ha suscrito y ratificado. No hay que olvidar que hay toda una estructura de vigilancia para hacerlos cumplir. En el Ecuador, los tratados de derechos humanos tienen jerarquía constitucional e integran parte de su ordenamiento jurídico al más alto nivel. No hay que tener miedo o despreciar a los derechos humanos, hay que saber cómo deben reaccionar los centros de decisión política, jurídica y legislativa para garantizarlos en la jurisdicción nacional o internacional. Pero todo derecho también implica responsabilidad.
¿Qué recomienda a un estado cuando enfrenta a estas situaciones para tener orden sin vulnerar la vida de los ciudadanos movilizados?
Es indispensable diferenciar entre una movilización social en paz y, otra cosa muy distinta es, el uso indiscriminado de la violencia. Es inaceptable e injustificable, el uso de la violencia en cualquier forma. La democracia se fundamenta en la capacidad de entenderse, de dialogar sobre puntos de discrepancia y lograr consensos mínimos. Para muchos el caos y la violencia son los objetivos que persiguen y no el bien común. Serenidad y empatía son necesarias para que los seres humanos nos comprendamos y respetemos.
¿Cuáles son los retos de la diplomacia ecuatoriana en las Naciones Unidas?
Hay un cambio paradigmático en las relaciones internacionales que impacta en las relaciones multilaterales y bilaterales entre los estados y sus sociedades. El ataque al multilateralismo basado en objetivos de políticas nacionalistas y agendas populistas trae un gran reto para la conducción de la política internacional global, en donde los acuerdos y los consensos, son cada vez más difíciles de alcanzar y se privilegia el enfrentamiento al dialogo y al debate. Más aún, muchos acuerdos alcanzados después de años de esfuerzos están siendo denunciados, lo que trae un alto nivel de incertidumbre en la estructura internacional, con graves impactos en los estados miembros de las Naciones Unidas. Los problemas internacionales son solucionables solo en el contexto en que todos alcancemos acuerdos, aunque sean mínimos, pero es un comienzo. Ese para mi es el gran reto.
La sociedad internacional se enfrenta a grandes cambios debido a nuevos factores como son cuarta revolución industrial, la inteligencia artificial, el cambio climático, la urbanización, la expansión de la pobreza y la inequidad, la discriminación y los comportamientos xenófobos. Estos y otros factores son lo que debatimos y el Ecuador tiene una voz clara en el contexto mundial sobre la necesidad de trabajar mirando como objetivos el beneficio de nuestros pueblos y no los objetivos geoestratégicos y partidistas del momento.
¿Y cuál es la prioridad de la diplomacia mundial para el 2020?
La prioridad es la paz y el desarrollo. No hay paz sin desarrollo y no hay desarrollo sin paz. El Ecuador, lidera y participa activamente en la búsqueda de acuerdos para lograr ese desarrollo de su pueblo y la necesidad de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenibles. Promovemos acuerdos sobre temas de desarme y paz, economía y desarrollo, empleo digno, salud y educación para el futuro. No podemos abandonar las causas de los más vulnerables en aras de privilegiar intereses de actores importantes en una lucha geoestratégica permanente intentando ocupar espacios de poder internacionales. El Ecuador lidera en Nacionales Unidas temas como El Foro de Migración y Desarrollo, preside la Conferencia de los Estados Partes de la Convención sobre Discapacidad, Preside el Grupo de Trabajo sobre un Tratado Vinculante para Víctimas de actividades Transnacionales, pero sobre todos lidera y participa activamente en las discusiones y debates sobre temas de ambiente, desarme, lenguas indígenas, refugio y muchos otros. Este año 2020 nos ofrece una oportunidad única para impulsar la década de la implementación de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, pero también para modernizar la arquitectura del sistema de consolidación de la paz de Naciones Unidas.
Cada año que pasa, se siente que las Naciones Unidas tienen menos peso y sus resoluciones son menos vinculantes.
Las Naciones Unidas continúan teniendo un peso enorme por ser el único instrumento capaz de superar los desafíos globales más complejos. Este año conmemoraremos los 75 años de las Naciones Unidas y sus logros, pero ciertamente hay que recordar sus fracasos. Hasta ahora ha sido un éxito no tener otra Guerra Mundial, aunque conflictos los tiene la humanidad todos los días. Las Naciones Unidas necesitan una implementación urgente y coherente de las reformas que impulsó el Secretario General Antonio Guterres, e incluso requieren de otras reformas pendientes, como es la del Consejo de Seguridad, para enfrentar los retos que la historia nos impone. Hay necesidad de mayor compromiso político de los estados para lograr un mecanismo eficiente y que sea un foro de acuerdos entre los 193 estados nación y los demás actores internacionales. No hay un solo tema que actualmente no tenga repercusión internacional. Vivimos en un mundo Interdependiente, que necesita de todos y del que dependemos todos. Ya no caben autarquías, por más poderosos que sean ciertos estados. Es el mundo del entendimiento el que debemos buscar, no el del conflicto por intereses seculares.
Esta etapa de crisis se superará y estoy seguro que prevalecerán nuestros esfuerzos de lograr un mundo mejor para nuestros hijos y nietos. Por lo menos debemos intentar mover conciencias para alcanzar esos objetivos.
El fracaso en la cumbre climática de Madrid-Chile es una muestra del desentendimiento de los gobiernos por temas prioritarios para el mundo…
El cambio climático, el deterioro del clima, el agravamiento de los fenómenos atmosféricos que asistimos a diario, los grandes incendios en un lado del planeta mientras hay inundaciones no antes vista en el otro, nos debería hacer pensar que hay la necesidad, el imperativo histórico, de lograr esos consensos, aunque sean mínimos. Pero las grandes causas se enfrentan a grandes intereses y la lucha para que prevalezca la razón entra en otra dinámica que no es necesariamente la que aspiramos quienes pensamos en un mundo regido por ideales. Hay que persistir. Lo que no se acordó sobre mercados de carbón en esta cumbre será tema central en la siguiente.
La realidad demanda que nos sentemos a negociar y logremos resultados por el bien de la humanidad.