Artesanía en metal y dulces, las apuestas de Chimbo, en Bolívar

Madavel es una fábrica de dulces que oferta caramelos con formas originales. Foto: Raúl Díaz para EL COMERCIO

Diez años después del cierre de las armerías en Chimbo, un cantón situado a 30 minutos de Guaranda, en Bolívar, los artesanos no logran recuperarse de la baja en su economía. Sin embargo, un grupo de jóvenes promueve iniciativas para impulsar el emprendimiento y crear nuevas vitrinas.
Hace una década, el cantón era famoso por la industria metalmecánica. En casi en todas las casas de estilo patrimonial, solo quedan los espacios vacíos de los talleres donde se fabricaban escopetas, revólveres, pistolas, entre otras armas de cacería y defensa personal.
Había 150 armerías y en cada familia al menos un miembro tenía empleo en los talleres. El cantón tiene 15 000 habitantes.
Hoy, 24 emprendimientos buscan darle un nuevo impulso. La alfarería, la fabricación de artesanías y decoraciones para el hogar con hierro fundido, y una fábrica de dulces son algunos de los negocios.
“Todos aprendíamos el oficio por tradición. Aquí, la armería era el motor económico que movía todos los negocios de Chimbo, la gente llegaba de todas partes a ver las armas y prosperaban las ferreterías, los restaurantes y hoteles”, recuerda Milton Rodríguez.
Él es uno de los pocos metalmecánicos que mantiene su taller en funcionamiento (en total son 24 artesanos). Rodríguez convirtió su casa en una especie de museo, para recordar a la nueva generación cómo era el Chimbo de antaño.
Además, cambió la armería por otro tipo de arte. Él fabrica con hierro fundido puertas, ventanas, pasamanos, mesas, maceteros y todo tipo de decoraciones para el hogar, que son auténticas obras de arte apetecidas por decoradores de interiores y coleccionistas.
Sus creaciones cuestan entre USD 40 y 6 000, dependiendo de la complejidad de los diseños y del material. Entre sus productos estrella están recreaciones de armaduras y escudos de la época medieval.
“Empecé a trabajar el hierro desde mi infancia. Cambiar las armas por estas artesanías ha mantenido este taller abierto”, cuenta conmovido.
Sus productos se exhiben en su casa y en ferias artesanales que se realizan en Chimbo, que son organizados por un grupo de jóvenes que se unieron para promover las artesanías.
“El objetivo es crear nuevas vitrinas para exponer nuestros productos y progresar. Queremos dinamizar nuevamente la economía en Chimbo y que los negocios vuelvan a prosperar”, dice Roberto Sierra, coordinador de la feria Manos Mágicas.
Los emprendimientos se asociaron para participar en esta feria que busca difundir las creaciones de los artesanos y la gastronomía de Chimbo en todo el país. Ellos elaboran decoraciones y muebles de hierro, también ollas, platos y otras artesanías de barro.
Una fábrica de dulces artesanales es otro de los negocios que surgió tras la depresión económica en Chimbo. Freddy Velasco es el propietario de Madavel, una empresa que innovó sus productos y hoy es una de las más prósperas.
“El negocio nació de la necesidad. Después del cierre de las armerías, los campos se saturaron de trabajadores y la agricultura no era rentable. Mi esposa vendía caramelos y chicles, y así ahorramos nuestros primeros USD 10, nuestro capital inicial”, recuerda Velasco.
Los esposos invirtieron el dinero en la compra de ingredientes para fabricar melcochas y comercializarlas a los turistas que llegan cada año al santuario del Guayco. Pero el éxito llegó cuando se capacitaron con carameleros expertos y decidieron innovar.
Hoy la fábrica, situada en la parroquia La Magdalena, a cinco minutos de la cabecera cantonal, da empleo a ocho personas. Los empleados elaboran artesanalmente caramelos que se distinguen por su originalidad, hay rosas y canastas de caramelo que se venden en Baños, Riobamba y Ambato.
Mensualmente facturan USD 15 000 y producen 60 000 fundas de caramelos.
Sin embargo, no todos los 70 armeros que pertenecen a la Asociación de Metalmecánicos de Chimbo corrieron con la misma suerte. Ellos cuentan con un taller para fabricar mobiliario escolar, en el que invirtieron USD 130 000.
Está ubicado junto a la vía de ingreso y allí trabajan todos cuando ganan un contrato. Pero el espacio permanece cerrado en este momento por la falta de obras durante este año.
Cuando los negocios armeros se cerraron en el 2008, el Gobierno se comprometió a comprar el mobiliario escolar para equipar las escuelas de todo el país, dice Leticia Moreta, presidenta de la Asociación.
El grupo no obtuvo ningún contrato para elaborar mobiliario escolar durante dos años, entre el 2016 y 2017. Del último pedido (noviembre pasado), aún no reciben el pago por los 2 170 pupitres de la última contratación que ganaron. “Para comprar la materia prima de esos pupitres pedimos préstamos y ahora no tenemos cómo pagarlos”, dice Moreta.
Cuando no hay contratos, los metalmecánicos subsisten con trabajos en la agricultura y con pequeños contratos de cerrajería. Pero la competencia es fuerte y los precios, bajos.