Tungurahua: San Fernando protege el agua

La laguna de Yana Cocha está a más de 4 200 metros de altitud, en San Fernando. Foto: Raúl Díaz/ PARA EL COMERCIO

La laguna de Yana Cocha está a más de 4 200 metros de altitud, en San Fernando. Foto: Raúl Díaz/ PARA EL COMERCIO

La laguna de Yana Cocha está a más de 4 200 metros de altitud, en San Fernando. Foto: Raúl Díaz/ PARA EL COMERCIO

Es un recinto único lleno de vida. Se asemeja a un suave colchón donde el agua corre por riachuelos o se filtra por las capas de tierra y más abajo salen del subsuelo.

Son los páramos de la parroquia San Fernando, del cantón Ambato, a 10 kilómetros al suroeste de la capital de Tungurahua.

Silenciosamente, en esta amplia alfombra verde -que cubre 8 700 hectáreas de pajonales y bosques nativos de yagual, piquil, chilca y polylepis- crece una infinidad de especies de insectos, anfibios... También lobos, venados, conejos y aves como los colibríes.

Moverse por este amplio territorio se hace difícil, pues se corre el riesgo de hundirse 10 o más centímetros.

Crecen en abundancia las flores y los frutos silvestres con que se alimentan las especies que viven en esta reserva de agua, que más abajo es utilizada para el riego y el consumo de los habitantes de Quero, Mocha, Cevallos y las comunidades de San Fernando.

Por estos senderos camina habitualmente Nicolás Tubón, un guía nativo del sector y vocal de la Junta Parroquial. Evita la caza furtiva y el pastoreo de borregos, caballos y ganado bovino. “Esta reserva es una bendición; nos alimenta con el líquido vital para la siembra”, dice el dirigente, que no detiene su paso en el ascenso por el cerro Yana Cocha (Laguna Negra en español) a 4 200 metros de altura sobre el nivel del mar.

Luego de una hora y media de caminata se arriba a la laguna Yana Cocha, una de las cuatro que integran el complejo lacustre de esta reserva. Tubón dice que también se pueden mirar los estanques de ­Patococha Grande y Patococha Pequeña.

El hombre, de 65 años, recuerda que al menos 10 000 cabezas de ganado vacuno, ovino y caballar, de propiedad de las comunas, pastoreaban en el páramo y erosionaban parte de este espacio. El agua comenzó a escasear y por eso decidieron los dirigentes trabajar en la conservación del páramo.

Actualmente, con el apoyo del Fondo de Páramos del Consejo Provincial de Tungurahua y del Socio Bosque reciben ayuda. El dirigente cuenta que con el fondo de páramos financiaron pequeños emprendimientos de crianza y comercialización de animales menores (cuyes y conejos), además en el mejoramiento de pastos.

“Estos proyectos ayudan en algo a la economía de las familias que dejaron de pastar en la zona alta. Todos protegemos el páramo y todos nos beneficiamos del agua”, dice Tubón.

En el suelo de la parte baja florecen los sembríos de habas, papas, cebada y grandes extensiones de pasto para el ganado, que son de propiedad de los habitantes de las comunidades.

El trabajo se inició en 1998. Ahora en toda al área se pueden mirar los tumbusos o almohadillas gigantes que retienen el agua. Tubón cuenta que en tiempo de sequía, esa planta devuelve a la naturaleza el agua, igual ocurre con los musgos que ayudan a almacenar o a retener el líquido vital.

También recuperaron el árbol de polylepis, que tiene 2,5 metros de altura. Está cubierto por una corteza café-rojiza, que se desprende en delgadas láminas. Por este motivo se le llama árbol de papel.

Recuerda que estuvo a punto de desaparecer esta extensa zona, porque los habitantes de San Fernando pastaban el ganado en los páramos. “Sus patas destruían los tumbusos. Los aplastaban con las pezuñas, es decir, los destruían. Nos tomó 20 años que crezcan nuevamente la paja y las almohadillas, estamos felices porque tenemos agua y vida”.

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