Xavier Coronel con seis obras de la muestra ‘Nostromo’. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.
Xavier Coronel se remite a la imagen de “animales espirituales que siguen imprimiendo huellas en las cavernas” para explicar la mística de su pintura, con lo diluido e inacabado como su marca. El artista plástico guayaquileño vuelve a poner en diálogo el cine de terror y ciencia ficción con la literatura en su más reciente muestra, ‘Nostromo’, en la galería DPM, en Guayaquil.
Su trabajo suele surgir del enfrentamiento y contraste entre dos historias, un proceso que el artista llama “contaminación”. El vacío, los colores disminuidos y la tensión de paisajes inacabados hacen parte de su propuesta pictórica.
Las obras de su segunda muestra individual surgen de ‘Nostromo’ (1904), novela política del británico Joseph Conrad que trata los asuntos de una república ficticia sudamericana, llamada ‘Costaguana’. Y conecta el relato con Nostromo, la nave espacial de la película ‘Alien’ (1979).
En las pinturas se mezclan naves espaciales y fantasmas (sábanas que penden en el aire) con la arquitectura de influencia inglesa que las multinacionales de EE.UU. reprodujeron en América Latina, en campamentos donde explotaron minas, pozos o plantaciones. La arquitectura es una de las fijaciones del autor, como lo es la referencia a la gran pantalla, pues se graduó en cine en Buenos Aires (Argentina).
Coronel hace explotar una mina de plata de la novela, un cataclismo que parece estar relacionado con los animales extraños, que pueblan también los grandes lienzos. La serie es una mezcla de intriga, política latinoamericana y ciencia ficción, dice. “Procuro grandes escenas de suspenso -explica-, con una cosa inquietante e indefinible por lo que no está, por lo que uno puede ver o por lo desdibujado”.
La muestra la integran tres dibujos y 12 pinturas de gran formato, de 2,10 metros de alto, obras que van de lo monocromático a una explosión de pasteles, aunque el poco uso de color ha marcado hasta ahora la pintura del artista. La técnica mezcla acrílico, óleo, pintura de caucho, pluma, rapidógrafo, lápiz y aguadas; él contrasta pasajes de dibujo, pintura y abstracción.
La noción de lo inacabado y diluido surge de un proceso que deja de lado el boceto, explica el autor, de 30 años. “Trato de agarrar la esencia de lo que es el boceto y llevarlo a la gran obra”.
El artista, que ha pasado por el Itae y la Universidad de las Artes, expuso en 2016 la muestra ‘Omari Fox Bay’, en la que ponía en diálogo paisajes de la Costa y una narrativa post-apocalíptica derivada del cine; un lugar del que disparaba microrrelatos en donde Punta Blanca, un platillo volador y la figura del rapero Kanye West podían existir.