El rostro de Enrry cambió en cuanto vio los crayones. Los dejó correr sobre un papel colocado en la mesita rodante junto a su camilla para dibujar a su hermana, a quien extraña. Tiene 5 años y por segunda vez está hospitalizado en el área de Pediatría de Solca Guayaquil, para recibir tratamiento contra un linfoma de Hodgkin.
“¿Por qué no dibujas un río, un árbol y un cangrejo? ¡Tú puedes!”, lo anima Alejandra Gañay, su mamá. Así se olvidó por un rato de la sonda conectada a su pecho y pintó parte de su cotidianidad. Enrry nació en Naranjal, el cantón guayasense al que espera volver en cuanto termine este ciclo de quimioterapias.
El soporte emocional es una medicina eficaz contra el cáncer infantil. La comunicación constante, el apoyo a la adaptación y la motivación para que mantengan sus actividades cotidianas, en cuanto les sea posible, ayudarán a los niños en su lucha contra este mal.
La sicóloga clínica Cristina Hidalgo visita continuamente a pacientes como Enrry. En su consultorio en Solca también recibe a padres llenos de dudas, que buscan ayuda para afrontar junto a sus hijos esta enfermedad. Para la especialista en Psicooncología, el primer paso es comprender las etapas evolutivas, porque su comportamiento podría cambiar según la edad.
Los más pequeños suelen experimentar regresiones. Si un niño de 3 años articulaba palabras con facilidad, es probable que con la terapia contra el cáncer podría regresar a etapas más primitivas: su lenguaje disminuye, hay irritabilidad y agresividad, desesperación al no ver a sus padres cerca.
“Esto es normal; hay que comprenderlo y no desesperarse. El niño se ve invadido en el discurso médico, en que le saquen sangre, que le pongan una vía. Los niños son bastante receptivos ante la situación, así tengan 2 años”.
Comunicación
Para afianzar esa receptividad, Hidalgo aconseja dialogar con los chicos sobre la enfermedad, en un lenguaje sencillo, y hacer que comprendan su responsabilidad en la recuperación para que no rechacen los procedimientos médicos. Esa estrategia da buenos resultados, en especial entre los niños de 6 a 10 años que empiezan a cuestionar lo que ocurre.
A esa edad muchos saben qué es el cáncer y, erróneamente, tienden a asociarlo con la muerte. Lo mejor es explicar el diagnóstico, sin palabras complicadas, y no ocultarlo. Los más chicos no se fijan tanto en la pérdida del cabello por las quimioterapias o en la pérdida de peso. Pero a partir de los 12 años, los cambios estéticos y físicos tienen un mayor impacto.
“Es una etapa más complicada porque hay adolescentes que se niegan a recibir el tratamiento -explica Hidalgo-. Ya no se los puede abordar mediante el juego o el dibujo; con ellos hay tratar estados de depresión y ansiedad”. La guía de los especialistas y el soporte de los padres ayudan a los chicos a desarrollar resiliencia y capacidad de adaptación.
No hay que presionarlos ni abusar de frases como: “eres fuerte” o “no debes llorar”. Solo entender que se adaptan a los cambios e identificar si necesitan ayuda más especializada. El diagnóstico de cáncer tampoco debe librar a los chicos de su educación.
El sicólogo clínico Cristian Arias, vocero de la organización Crianza Respetuosa Ecuador, explica que hay planes escolares con metodología flexible. “Se puede reducir la jornada, usar videollamadas y acceder a charlas de orientación familiar”.
Enrry practica su escritura en el hospital, mientras se recupera para retomar sus estudios asistidos. Por ahora, al terminar un dibujo plasma su nombre en una esquina para marcar su obra.