Que una niña de 14 años les cuente a sus padres que está embarazada puede ser la peor noticia. Es como si los planes de todos se derrumbaran y eso pudiera derivar en conflictos. Lo importante es apoyarse como familia, aconsejan los psicólogos.
En estos 22 meses de pandemia por el covid-19 hay una leve disminución del índice de embarazos de adolescentes en el país, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). En 2020 se reportaron 44 891 nacidos vivos de niñas
y adolescentes de 10 a 19 años.
No hay cifras nacionales de 2021, pero solo en el primer trimestre se reportaron 3 775 embarazos de adolescentes en Azuay, Cañar y Morona Santiago. Según Carmen Ortiz, de la Fundación Sendas, eso significó menos casos en relación con el mismo trimestre de 2020.
Ella dice que esto sigue siendo un problema social, familiar y de salud. En noviembre pasado, Marlene cumplió 16 años y también nació su primogénito. Aún llora al recordar la discusión que hubo entre sus padres cuando les contó que tenía tres meses de embarazo.
“Mi papá acusó a mi mamá de no haberme cuidado, cuando fui yo la que no siguió sus consejos”, comenta avergonzada. Unos días después, su madre la acompañó al primer chequeo médico y desde entonces la apoya en todo.
Para la psicóloga educativa María Eliza Manzano, la mayoría de padres apoya a su hija, aun cuando están enojados por la situación. Pocos actúan con violencia, “pero hay que evitar que el enojo salga de control y llegue a las ofensas”. Ella dice que es posible que a los progenitores les lleve un tiempo asimilar lo que está pasando y deben explicar a su hija que se sienten impactados; pero que están ahí para apoyarla.
Cuando decidan hablar debe haber respeto a las emociones del otro, porque el impacto para ambos es fuerte en lo familiar, económico, psicológico; y de eso dependerá la toma de decisiones para sus vidas, dice Manzano.
Para la psicóloga Lizeth Mora, es normal que se presenten emociones fuertes, que los padres se sientan decepcionados y que la menor asuma que falló.
Eso le ocurrió a la cuencana Marianela cuando supo del embarazo de su hija de 15 años. “Para ninguna madre es fácil entenderlo y me sentía aterrorizada. No sabía si escucharla, reprenderla y decirle todo lo que ya no podrá hacer”.
Mora recomienda a las madres no transmitir ansiedad. La menor no debe llenarse de emociones negativas hacia el nuevo ser, porque pudiera llevarla a la depresión y tomar otras decisiones fuertes. “Ella debe sentir el amor y el apoyo de sus padres”.
En eso ha trabajado la Fundación Sendas y la Red de Salud Sexual y Reproductiva con la campaña de socialización ‘Ponte pilas, Cuenca sin embarazos’, que está dirigida a adolescentes de planteles educativos rurales.
La campaña nació en la pandemia y el fin es cuidar la salud sexual y reproductiva de los adolescentes, para evitar los embarazos no deseados, con énfasis en las circunstancias del covid-19. Para esto se desarrollan charlas de educomunicación.
Para Ortiz, hace falta más inversión del Gobierno en prevención. Según una investigación realizada por esta Fundación, el Estado podría ahorrar hasta USD 472 millones al año si invierte mejor en salud sexual y reproductiva.
El estudio señala que atender uno de estos embarazos cuesta USD 612. Mientras que por cada dólar invertido en salud sexual y reproductiva se ahorraría USD 17, enfatizando en la prevención y métodos de planificación familiar.
Pese a los conflictos familiares la mayoría de adolescentes decide continuar con su embarazo y por eso es importante el apoyo de los padres, explica Manzano.
Los siguientes pasos serán ayudarla a que se adapte a los nuevos roles, motivarla, apoyarla en ser responsable, que madure y enseñarle su papel maternal.