Las alertas por acoso en el transporte de Quito disminuyen

Los usuarios de transporte municipal tienen una herramienta para reportar situaciones de acoso en 389 unidades. Foto: Diego Pallero/EL COMERCIO

Los usuarios de transporte municipal tienen una herramienta para reportar situaciones de acoso en 389 unidades. Foto: Diego Pallero/EL COMERCIO

Los reportes de acoso en unidades municipales de transporte en Quito pasaron de 170 en marzo a 79 en junio. Estos reportes forman parte de la campaña Bájale al Acoso, que anima a las víctimas a pedir ayuda cuando alguien actúa de forma inapropiada con ellas en el bus.

Este decrecimiento, según la Unidad Patronato Municipal San José, es usual. Cuando empieza a funcionar una plataforma suele proliferar su uso y luego baja, con el paso del tiempo. Además, la entidad atribuye este efecto a la sensibilización generada por la estrategia y termina en una estabilización de reportes.

La visibilización de un problema como este también puede lograr que los acosadores eviten estas prácticas, según el psicólogo clínico David Landázuri, porque al verse descubiertos, pueden frenarse, especialmente si hay posibles sanciones de por medio. Sin embargo, considera que aún es muy corto el tiempo de aplicación de la campaña para analizar a fondo las estadísticas.

Bájale al Acoso se aplica en 269 unidades del sistema metropolitano y se proyecta ampliar la cobertura a 100 unidades más, hasta fin de año. Según María Fernanda Pacheco, presidenta del Patronato, una vez que se haya cubierto todo el sistema municipal de transporte se planea abarcar también los buses convencionales. El siguiente y más ambicioso paso será trasladar la campaña a las calles y espacios públicos.

En biarticulados, articulados y otras unidades del Trole y la Ecovía hay información sobre la campaña. Una persona puede poner una queja por acoso a través de un mensaje de texto con la palabra acoso y el número de la unidad, al 6367.

Entonces se aplican protocolos de atención. Pacheco explica que el conductor recibe una notificación y debe activar una alarma que informe a todos los pasajeros que en ese vehículo hay un episodio de acoso.

El equipo llamará a la víctima para el manejo de crisis y le ofrecerá asistencia del conductor o de un policía metropolitano. Ya en una estación, tendrá la opción de hacer una denuncia formal. Unas 8 000 personas han recibido capacitación para estos casos.

Pacheco cuenta que ha habido acercamientos con las alcaldías de Bogotá y de Cuenca, en donde se analiza poder replicar la plataforma.

Entre las paradas y estaciones de Trole y Ecovía circulan psicólogos, asesores legales y promotores de derechos humanos. El equipo principal es de 10 personas, entre quienes está la psicóloga Daniela Arévalo. A diario conversa con grupos pequeños de pasajeros en las diversas estaciones, para que sepa qué prácticas son consideradas acoso y la herramienta con la que cuenta para reportarlos. “Actualmente estamos atendiendo además de la violencia sexual, la física, psicológica e intrafamiliar dentro de los buses”.

Arévalo agrega que si una víctima decide no hacer la denuncia formal, se elabora un acta de respeto que el agresor firma, bajo el compromiso de que no volverá a ocurrir.

El 70% de quejas registradas en el sistema son por tocamientos. El resto se dividen entre lenguaje obsceno, insinuaciones o gestos y miradas mal intencionadas. Pero solo en el primer grupo se puede poner una denuncia formal.

Hasta el 19 de julio pasado, 17 casos llegaron a la Fiscalía y hasta el momento cuatro acusados recibieron sentencias de entre 12 y 14 meses de privación de libertad.

El acoso consta en el artículo 166 del Código Integral Penal y contempla penas de entre uno y cinco años, dependiendo de la relación entre acusado y víctima y de su edad.

Hasta el momento, la totalidad de los reportes fueron realizados por mujeres, aunque la campaña está dirigida a cualquier persona que requiera ayuda por acoso, independientemente de su género.
Landázuri explica que hay distintos niveles de acoso: el obsesivo y el transitorio. El segundo es el más común en el transporte público y obedece a patrones sociales y culturales.

El que la mayoría de casos sea con mujeres se da porque hay hombres que ven a las mujeres como objeto. “En el transporte público se da una idea de validarse como hombre o como fuerte a través de poseer al otro”. Las prácticas de acoso suelen aumentar cuando el victimario ve una suerte de validación en público, por lo cual es importante que no solo la víctima sino los testigos hablen.

Para Landázuri es bueno que esta campaña se enfoque en que las víctimas tienen derecho a denunciar y que debe haber un respeto en un medio de transporte. Él afirma que en una sociedad machista es común culpar a las víctimas por sus actitudes, vestuario y otros factores, lo cual es un error.

En contexto

El 91% de mujeres ha sido víctima de algún tipo de acoso sexual en un espacio público, según un sondeo que realizó el Patronato San José y el Observatorio de Seguridad Ciudadana de Quito. Más del 80% de casos ocurrió en una unidad de transporte.

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