El en Liceo Policial, jóvenes de tercero de Bachillerato se prepararon en clases de recuperación. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
El deseo de Gary es graduarse con sus compañeros de aula. Pero para eso debe pasar las cinco materias en las que se quedó a supletorios. Inglés y física están entre los retos.
El descuido -ratifica el alumno de tercero de Bachillerato– no es la razón. La falta de tiempo no le permite dar el 100% en el colegio. Por las tardes, Gary trabaja en una carpintería y los fines de semana se dedica a la organización de eventos.
Factores diversos influyen en que los chicos se enfrenten a más de un supletorio, en vísperas de convertirse en bachilleres, reflexiona el docente de matemáticas Gonzalo Ortiz.
Tienen problemas –precisa– pero en buena parte de casos, como el de Gary, “son sumamente capaces”. En sus 20 años como docente en el Colegio Rafael Larrea Andrade, de Quito, comenta que ha visto cómo algunas situaciones afectan a los muchachos.
En tercero de Bachillerato, los jóvenes reciben, en promedio, 15 asignaturas. Hay estudiantes que son excelentes en unas pero es inevitable que tengan deficiencias en otras, asegura el profesor.
En este plantel hay 135 estudiantes en tercero de Bachillerato. De ellos, 52 pasaron sin problemas, 79 deben rendir supletorios y cuatro van directamente al remedial, por haber tenido un promedio menor a
5 sobre 10.
El remedial es la oportunidad de pasar el año, posterior al supletorio. Los chicos de tercero de Bachillerato que esperan a esa evaluación no se incorporarán en la ceremonia con sus compañeros, ya que la prueba se rendirá en agosto.
La Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) establece que en las tres oportunidades (supletorio, remedial y examen de gracia) se requiere una nota mínima de 7 sobre 10, sin aproximaciones.
Harvey Sánchez, consejero técnico de alto nivel del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación Educativa, dice que en todo el mundo existe la opción de reposición para no perder el año. En ningún estudio que se haya hecho en el mundo -asegura- se ha encontrado evidencia de que reprobar sea algo positivo para la trayectoria de los estudiantes.
No importa -añade- cuántas oportunidades tengan los chicos, si son rigurosas. Para Sánchez, el objetivo de la política educativa no debería ser graduar a los jóvenes sino establecer un sistema de monitoreo, a través de la evaluación, para evitar el fracaso académico.
Steven no siente nervios. Está seguro de pasar en las 10 materias en las que se quedó al supletorio. Afirma que lo que no logró en todo el año lo alcanzará en estos días. Pero le inquieta lo que pasa con su familia.
Sus padres planeaban llevarlo de viaje al extranjero, como premio por haberse convertido en bachiller. También le organizaban una fiesta.
Fanny Castillo, madre de Steven, dice que enterarse de que debía rendir 10 supletorios fue un golpe para ella. Pero confía en la capacidad de su hijo. Lo conoce y sabe que es “confiado, pero muy inteligente”.
Las tres oportunidades, incluidas dos semanas de recuperación pedagógica, existen desde el 2012. En el ciclo lectivo 2016-2017, 18% de estudiantes de tercero de Bachillerato se quedó al supletorio. En el 2015-2016 fue el 29% y en el período 2014-2015, el 23%.
Este Diario pidió datos del ciclo 2017-2018 al Ministerio de Educación, hace más de una semana. Hasta el cierre de esta edición no contestó. Del ciclo que finalizó aún se recogen.
Los supletorios -indica Daniel Espinosa, docente de la U. Andina y experto en evaluación- tienen que ver con deficiencias del sistema educativo. Hay un supercontrol o una supraevaluación, sostiene.
La propuesta curricular del 2016, opina, motiva a dejar prácticas tradicionales de enseñanza. “Pero los docentes no saben cómo implementarlas”.
Para Espinosa, si no se corrigen cuestiones de base, difícilmente se logrará que los jóvenes alcancen, en dos meses, el aprendizaje que no lograron en 13 años, en el caso de los chicos de tercero de Bachillerato.