Una turista es escoltada por policías, luego del ataque terrorista en Las Ramblas. Foto: AFP
París, Bruselas, Londres, Berlín y ahora Barcelona. La milicia terrorista del Estado Islámico no deja de azotar Europa. Los atentados son para los extremistas uno de los instrumentos más importantes en su lucha contra sus enemigos.
Los ataques en uno de los íconos turísticos de Barcelona, Las Ramblas, y más tarde en Cambrils (Tarragona), que causaron 14 víctimas mortales y 120 personas heridas, no fueron una sorpresa. En España y en el resto de Europa, gobiernos y servicios de inteligencia sabían que ese país era uno de los próximos blancos del terrorismo yihadista.
Miembro de la coalición militar que está diezmando al Estado Islámico en Siria e Iraq, España -como Francia, Gran Bretaña, Alemania o Estados Unidos-, no podía quedar afuera de la lista de blancos escogidos por la organización para vengarse. Por eso, desde hace un año, el país está sometido a una alerta terrorista de nivel 4, en una escala de 5.
Con ese objetivo, el Estado Islámico dispondría desde hace tiempo de un importante centro de operaciones en España, sostiene Michael Prazan, autor de ‘Una historia del terrorismo’.
Esa célula específica, llamada Al Andalus, tiene como objetivo principal la organización y ejecución de atentados en territorio español.
La masacre de Las Ramblas siguió el mismo patrón que los atentados de Niza, Berlín, Estocolmo y Londres. Es un tipo de acción criminal casi imposible de evitar, por su simplicidad: un asesino alquila un vehículo y arremete contra una multitud. El yihadismo instruye a sus seguidores en este método, para que causen el mayor número de víctimas en el menor tiempo posible y culminen su operación con más muertes por apuñalamientos o disparos, incluso con la toma de rehenes, para lograr la máxima difusión.
El yihadismo es el mayor desafío de seguridad al que se enfrenta toda la Unión Europea, donde hay fichadas unas 65 000 personas sospechosas de tener vínculos con el terrorismo islámico. Junto con Francia y Reino Unido, España es uno de los principales lugares de reclutamiento de musulmanes extremistas y refugio de salafistas que regresan de las guerras de Siria e Iraq.
Los españoles que militan en la organización terrorista, basados en Siria e Irán, ejercen una presión cada vez mayor sobre sus cómplices residentes en la Península, anota en un análisis el diario ABC.
Según el Ministerio español del Interior, unos 200 españoles partieron a esos dos países a engrosar las filas del Estado Islámico. Muchos de ellos murieron durante la “guerra santa” y solo unos 30 habrían regresado. El problema reside en que, raramente, cuando se los detiene en España, esos extremistas radicales tienen en su poder armas y explosivos: “Generalmente se los detiene por propaganda islamista”, precisa una fuente francesa de inteligencia.
Como sucede con el resto de los países escogidos para lanzar sus ataques, el Estado Islámico reprocha a las fuerzas especiales españolas esos arrestos, practicados en el marco de la colaboración europea antiterrorista.
Sin embargo, tratándose de España, también hay otra explicación, cargada de simbolismo. Los yihadistas consideran que España -y en particular Andalucía- forma parte del califato autoproclamado por el líder del EI, Abu Bakr al-Baghdadi.
“Recordemos que en el año 1000, casi todo el sur del país formaba parte del califato de los omeyas”. Y los yihadistas están decididos a recuperar todos los territorios que fueron conquistados por los cristianos, señala Prazan. A ese argumento también se podría agregar que los terroristas no necesitan demasiadas excusas cuando se trata de sembrar el dolor y la desolación.
Una cosa es, sin embargo, segura. Este ataque es un nuevo signo del debilitamiento de la organización, asegura la analista internacional Luisa Corradini. Ante su pérdida de influencia en Siria y en Iraq y la desbandada de sus cuadros dirigentes, el Estado Islámico lanza llamados desesperados a todos los alienados, perturbados y desequilibrados de la Tierra, para que multipliquen sus acciones y compensar así, de alguna manera, su derrota.
En el caso de España, los cinco terroristas abatidos en Cambrils por la Policía eran jóvenes marroquíes cuyas edades oscilaban entre los 17 y 24 años. Entre ellos estaría la persona a la que se atribuye ser el conductor de la furgoneta que causó el atropello masivo del jueves en Barcelona.
Pero, ¿qué empuja a los jóvenes a abrazar la causa terrorista del Estado Islámico? Para unos, las razones del terrorismo islámico ‘made in Europe’ hay que buscarlas en la pobreza y la marginalización de los musulmanes en algunas partes del mundo.
Para otros, es un choque de civilizaciones, la prueba de la contradicción del islam con las democracias occidentales. El islamólogo francés Olivier Roy tiene otra explicación: no son islamistas radicales sino jóvenes radicales que se hacen islamistas. Para Roy, los terroristas islámicos de hoy no son muy distintos a los de izquierdas de los años setenta, los anarquistas de finales del XIX. Una revuelta generacional que encuentra en el salafismo un marco ideal.
El hecho es que el atentado en Barcelona obliga a repensar los planes antiterroristas. Medios como ABC y El Mundo señalan, por ejemplo, que el intercambio de información entre los servicios de inteligencia de países aliados debe alcanzar mayores cotas de eficacia, sobre todo en relación con aquellos sujetos que son expulsados de un Estado por sospechas de terrorismo. “Ninguno de ellos debe obtener residencia legal en suelo europeo”, indica ABC.
Analistas europeos también opinan que las intervenciones militares de la coalición internacional contra los grupos yihadistas en Siria, Iraq o Mali son imprescindibles para desmantelar sus estructuras de control territorial, financiero y propagandístico.