@farithsimon
Lacronología de la elección y posesión del Rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, es un ejemplo del intento de usar un fin legítimo -mejorar la educación universitaria- al servicio de un proyecto político concreto.
Con la educación universitaria ha pasado lo mismo que con casi todo lo demás en lo que ha intervenido el Régimen. Identificaron un problema que debía resolverse, desarrollaron unas primeras acciones plenamente justificadas y, por ello, recibieron una importante adhesión social. Sin embargo, las medidas de fondo y a largo plazo eran resueltas y ejecutadas de manera apresurada, ponían en evidencia poca claridad en el camino a seguir.
Entidades de control conformadas con algunas personas que participaban – participan- con buenas intenciones y verdadero compromiso con la mejora del área que intervenían; sin embargo, su accionar estaba condicionado por los objetivos del “proyecto”, una confianza ciega en el poder de la centralización, del control estatal y la burocratización.
Son innegables las buenas razones para promover cambios en la universidad ecuatoriana. Era imprescindible enfrentar su deterioro que, con excepciones notables, la había transformado en un espacio precario al servicio de la acción de la política más burda o por la ambiciosa maximización de la rentabilidad, por encima de cualquier criterio de calidad de la formación universitaria.
Sea por la política o por ambición, la titulación académica ya no era un punto de llegada de un proceso de formación, era el simple cumplimiento de un requisito: tener un título sin importar la formación recibida.
Las generalizaciones son injustas. Sí había quienes hacían su trabajo de manera correcta, no exentos de errores. Y en condiciones adversas, algunas universidades habían logrado poner en marcha y mantener proyectos académicos exitosos.
En lo concreto, no esperaban que César Montaño sea designado rector de la Andina. Creían que tenían votos suficientes para que el Consejo Superior de dicha Universidad designara al candidato oficialista, sin importarles que este había perdido de forma abrumadora en la consulta interna. Les costó poco tiempo recomponerse de la sorpresa y poner en marcha una estrategia vergonzosa, usando una entidad inútil y moribunda para que desconozca esta designación: el Parlamento Andino, que no tiene competencia alguna para desconocer el nombramiento de Montaño y remover su Consejo.
Los profesores, personal administrativo y estudiantes de la Andina son dignos de admiración. Han demostrado entereza ante la adversidad, un compromiso contra la arbitrariedad y una voluntad de superar unidos el embate de un poder que puede ser irracional. La posesión de César Montaño es una forma de resistencia ante la intromisión ilegal e ilegítima de la política en la academia.
Esa resistencia es la expresión del poder ciudadano para cuestionar el afán de dominio y control absoluto, es una lección de dignidad que ha recibido un enorme respaldo y que no estaba en los cálculos del oficialismo.