Nuestra nación ha sido sometida durante años a la influencia política de un grupo que llegó al poder preparado para, a través de una nueva constitución, elaborar leyes orientadas a favorecer un exagerado poder presidencial y a crear barreras de protección para futuros actos de corrupción, previstos con anterioridad, para levantar nuevos ricos con el dinero arrebatado al Estado y con convenios secretos acordados con delincuentes y narcotraficantes.
Es un conglomerado que ha perdido el decoro y hace apología de sus permanentes actitudes antiéticas. Son los que promueven la impunidad y el perdón y olvido para aquellos dirigentes que delinquieron y han sido sentenciados. Hoy están empeñados en enjuiciar a la mejor funcionaria del país, la Fiscal General, Dra. Diana Salazar, para destituirla, porque con su admirable y efectivo trabajo, ha podido translucir que las sospechas de contubernios acordados por ellos tiempo atrás con jueces, abogados y narco delincuentes, constituían una pavorosa realidad. Este incontrastable testimonio gestó la feroz negativa de apoyo, de ese bloque, al respaldo propuesto en la Asamblea a la actitud justiciera, honesta y patriótica de la fiscal.
Son incontables los intentos por cubrir de impunidad a los prófugos y para conseguirlo han planteado denuncias falsas para tratar de limpiar obstáculos, han querido tomarse consejos e instancias judiciales con sus partidarios. Festejaron el asesinato de un líder investigador y candidato a la presidencia de la república, celebraron bulliciosamente la exclusión del Consejo de la Judicatura de dos jueces, ajenos a sus torcidos intereses, con el mismo descaro con el que se alegraron por la pérdida en el combate por el título mundial del compatriota “Chito” Vera, por el “gran pecado” de haber hecho pública su amistad con el presidente Noboa. Han degenerado el sentimiento patrio en intereses pandilleros.
Pero si este movimiento exhibe toda su impudicia, mucho mayor es la desfachatez y culpabilidad de los sufragantes que, con sus votos, colocan a esos individuos en puestos de poder, desde los cuales, con sus permanentes abusos, perjudican a los votantes y a todo el país. Esa gran irresponsabilidad genera dos fenómenos psicológicos opuestos: el sadismo, porque con su errónea decisión causan mucho daño a los demás y el masoquismo al demostrar complacencia de sentirse humillados y maltratados.
Frustra la indiferencia y el quemeimportismo de la gente con respecto a la corrupción; pues sigue votando por los corruptos. No es posible que jueces de cortes de justicia estén presos, al igual que ex asambleístas y oficiales de la policía. El gran tumor es la corrupción, sus metástasis carcomen la sociedad, destruyen a la justicia y si la purga no logra eliminar todo el tejido contaminado, el país se volverá inviable; para evitarlo, todo ciudadano consciente debe estar presto a defenderlo, reaccionar colectivamente ante los intentos de acallar a los patriotas que luchan por rescatar la justicia y el orden. La sociedad civil debe permanecer alerta y expresarse masivamente, como en esas oportunidades en que se vio obligada a poner orden y terminar con abusos y rupturas constitucionales.