Usando el mismo método de datación y materiales utilizado en 2021, un nuevo estudio refutó que huellas descubiertas en Nuevo México (EE.UU.), prueben la presencia de humanos en América hace 23 000 años, en plena última Edad de Hielo.
En septiembre de 2021, la revista Science publicó una investigación referida a huellas humanas halladas en los márgenes de un antiguo lago en White Sands.
Investigadores del Servicio Geológico de EE.UU. dataron esas pistas usando la datación por radiocarbono de las capas de semillas por encima y por debajo de los horizontes de la huella. Determinaron que las más antiguas tenían unos 23 000 años, lo que las convertía en las huellas humanas más antiguas conocidas en las Américas.
Dudas de datación
“Leí el artículo original de Science sobre las huellas en White Sands. Al principio me llamó la atención no solo lo tremendas que eran las huellas por sí solas, sino lo importante que sería una datación precisa”. Dice en un comunicado Charles Oviatt, profesor emérito de geología en la Universidad de Kansas State y uno de los autores del nuevo estudio.
“Vi problemas potenciales con las pruebas científicas de las fechas informadas en el artículo de Science”. Los arqueólogos e historiadores utilizan una serie de métodos para determinar el momento de los acontecimientos históricos.
Con base en estos métodos, los científicos tienden a estar de acuerdo en que las fechas más antiguas conocidas de la colonización humana de América del Norte se encuentran entre hace 14 000 y 16 000 años. Después de la última edad de hielo. Y, por ello, la datación inicial de White Sands era espectacular.
Corrección de método
En el centro del debate están las diminutas semillas de una planta acuática usada para envejecer las huellas. El marco de tiempo para las semillas se identificó utilizando métodos de datación por carbono 14. Se origina en la atmósfera y es absorbido por las plantas a través de la fotosíntesis.
Estos isótopos de carbono se descomponen a un ritmo constante a lo largo del tiempo, y comparar la cantidad de carbono 14 en la atmósfera con la cantidad presente en el material vegetal fosilizado permite a los científicos determinar su edad aproximada.
Pero la especie de planta utilizada, Ruppia cirrhosa, crece bajo el agua y, por lo tanto, obtiene gran parte de su carbono para la fotosíntesis no directamente de la atmósfera, como lo hacen las plantas terrestres, sino de los átomos de carbono disueltos en el agua.
“Si bien los investigadores reconocen el problema, subestiman la biología básica de la planta”, dice el coautor David Rhode, paleoecólogo en DRI (Desert Research Institute) y autor del estudio. “En su mayor parte, está utilizando el carbono que encuentra en las aguas del lago. Y en la mayoría de los casos, eso significa que está tomando carbono de fuentes distintas a la atmósfera contemporánea, fuentes que suelen ser bastante antiguas”.
Es probable que este método brinde estimaciones de edad de la planta basadas en radiocarbono, que son mucho más antiguas que las propias plantas. El carbono antiguo ingresa al agua subterránea de la cuenca del lago Otero desde el lecho rocoso erosionado del valle de Tularosa y las montañas circundantes, y se encuentra en extensos depósitos de carbonato de calcio en toda la cuenca.
Los autores mostraron este efecto al examinar material vegetal de Ruppia con una edad conocida de la misma región. Botánicos recolectaron plantas Ruppia vivas de un estanque cercano, alimentado por un manantial en 1947 y las archivaron en el herbario de la Universidad de Nuevo México.
Usando el mismo método de datación por radiocarbono, las plantas que estaban vivas en 1947 arrojaron una fecha que sugiere que tenían alrededor de 7 400 años, una compensación resultante del uso de aguas subterráneas antiguas por parte de la planta.
Los autores señalan que si las edades de las semillas de Ruppia que datan de las huellas humanas también se compensaron con aproximadamente 7 400 años, su edad real estaría entre 15 000 y 13 000 años, una fecha que se alinea con las edades de otros sitios arqueológicos del continente que son reconocidas.
“Estas huellas son realmente un gran recurso para comprender el pasado, de eso no hay duda”, dice Rhode. “Me encantaría verlas yo mismo. Soy cauteloso con las edades que los investigadores les pusieron”.
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