Allá por 1960, al alcalde de Quito -el prestigioso ciudadano liberal doctor Julio Moreno Espinosa- se le ocurrió algo muy interesante. Ordenó derrocar el Palacio Municipal.
¿Cómo así? Pues, para dejar constancia plena de que cumpliría su promesa electoral de construir un nuevo palacio, digno de la capital del Ecuador. Miles de quiteños y chagras vieron cómo caían las viejas paredes del edificio de dos pisos, cuya pinta y dimensión no justificaban su presencia en la Plaza Grande capitalina. Algunos concejales apoyaron la idea pero otros anotaron que aún no estaba seguro el financiamiento.
Uno de los puntos claves fue la convocatoria a un concurso con los planes y dibujos apropiados para la construcción del nuevo Palacio Municipal. Se presentaron varias propuestas, entre ellas una que provocó la admiración general y diversos comentarios. Los concejales opinaban que era una idea excelente y una obra de arte que merecía todos los premios y aplausos del mundo. El alcalde Moreno Espinosa pasó malos momentos. Faltaba la plata.
¿Cómo era la propuesta? Era un palacio de cristal. De cristal blanco, negro y brillante. Un palacio deslumbrante, de dos y tres pisos, sorprendente. Los pocos críticos decían que era un palacio muy costoso. No era para Quito. Tal vez para México.
El autor, el arquitecto y acuarelista Osvaldo Muñoz Mariño, intervino un día de esos y expuso – con serenidad al principio y luego con emoción- su punto de vista y las características de su proyecto. Un documento adjunto daba a conocer que era un riobambeño que, por circunstancias de la vida, viajó a México.
Allí se graduó en arquitectura y se dedicó con fervor a la acuarela. Tenía 37 años, era casado con una mexicana, Cristina Chequer. Fue muy aplaudido, pero…
No. No fue acogida, claro, la singular propuesta. No culminó el concurso, pese a que Muñoz Mariño fue proclamado el campeón. Fallaba el financiamiento. El doctor Julio Moreno Espinosa sufrió mucho por el fracaso. Pasaba el tiempo y lo que se veía era un terreno abandonado en plena Plaza Grande. En las páginas del vespertino quiteño Últimas Noticias, el implacable jefe, César Larrea, criticaba la presencia del “basurero del doctor Julito”.
Los concejales sesionaban en una sala de la Universidad Central, ubicada frente al Palacio de Gobierno, según rememora el doctor Asdrúbal de la Torre, médico y caricaturista, concejal en esos tiempos y años más tarde vicepresidente municipal. Finalmente, el alcalde Espinosa se dio por vencido y allí terminó su carrera política.
El destacado arquitecto y afamado acuarelista Muñoz Marino falleció en Quito el sábado 20 de febrero, a los 92 años. Lo del palacio de cristal recordaba como una de sus anécdotas, según le escuchamos. Fue un personaje del arte y ganó muchísimos concursos en México y en 10 países más. Pintó muchos cuadros admirando el Quito antiguo, pero le dio mucha pena mirar el palacio municipal y lamentar que no sea de cristal.