La familia debe construirse y fortalecerse alrededor del diálogo y a partir de allí establecer un sistema de alerta y comunicación que permita a los hijos detectar una situación de acoso o abuso sexual. Foto Referencial: Pixabay
En Ecuador, 343 denuncias por delitos sexuales perpetrados en el sistema educativo o detectados allí se registraron entre el 2012 al 2014, según datos oficiales expuestos por el Comité de la ONU Contra la Tortura, el año pasado.
La cifra reitera, nuevamente, la necesidad de valorar la comunicación familiar como una medida de prevención y recuperación ante un caso de abuso sexual infantil, según dos expertos en psicología.
El reciente caso de ‘Lucas’, un pequeño que habría sido abusado sexualmente por un profesor en las instalaciones de un plantel educativo particular de Quito en el 2014, movilizó a la ciudadanía, el pasado domingo 5 de febrero, para exigir justicia ante el hecho, pero también, para recordar que los mecanismos de prevención necesitan del trabajo conjunto de los padres de familia y las autoridades.
En el hogar, para el doctor Napoleón Vásquez, la familia debe construirse y fortalecerse alrededor del diálogo y a partir de allí establecer un sistema de alerta y comunicación que permita a los hijos detectar una situación de acoso o abuso sexual y lo mencionen a sus padres.
Ante una probable situación de abuso, sostiene Vásquez, si se carece de un nivel mínimo de confianza en casa es probable que una violación sea ocultada por miedo o vergüenza y sólo se visibilice cuando en la etapa adulta se presente una crisis.
¿Por qué ocultan los niños una violación? Para el profesional, a la par de un hecho de abuso, el agresor puede valerse de un imaginario cruel para solidificar su anonimato. Fue el caso de ‘Lucas’ pues, según su madre, el abusador le dijo al pequeño que si comentaba el tema en casa “mataría a sus padres”.
La depresión y aislamiento, señales de alerta
Ese escenario sin salida creado en la mente del niño es la primera estancia que se debe trabajar en terapia, sostiene Daniela Vicuña, psicóloga infantil, pues no sólo su integridad física ha sido violentada sino también su libertad de expresión.
¿Cómo ayudar a retomar la comunicación? Un niño que ha sufrido un caso de violación tendrá rota su vinculación con el entorno. La tristeza, la depresión, la falta de apetito y hasta el rehuir de las personas serán características que evidenciaran, según Vásquez, que algo fuerte está pasando en la vida del pequeño o la pequeña.
Por ello, en primer lugar, se debe ayudar a que el niño retome el valor de su palabra. Es decir, que sea capaz de nombrar aquello que le ocasiona un mal recuerdo o un sufrimiento. Los expertos en psicología se deben valer de herramientas que sintonicen con el paciente para dicho proceso. En el caso de los escolares, breves cuestionarios, juegos con muñecos y dibujar son algunas de las técnicas que permiten explorar el problema desde la realidad de la víctima.
La educación sexual debe tener su espacio en casa
Luego viene el trabajo con los padres. Para Vásquez este punto es crucial, pues permite averiguar qué tipo de formación se dio a los hijos en casa. Si existió una educación inadecuada, según el profesional, la familia se vuelve un factor débil a la hora de solventar el problema.
Sin embargo, es vital que la familia también viva un proceso de recuperación a la par de la víctima, pero más aún, que vuelva a constituirse como el espacio seguro de los hijos, más aun de aquellos que padecieron una violación.
Mientras el niño o niña trabaja en un proceso terapéutico que le devuelva la confianza en su integridad física y su autoestima, los padres de familia y demás congéneres deben tomar la posta del psicólogo y mostrar a sus hijos que son capaces de cuidarlos y protegerlos. De garantizarles espacios de felicidad y confianza y, más aún, de credibilidad.
La comunicación, eje para prevenir y enfrentar el abuso
Para los expertos, cada caso de abuso presenta su línea de trabajo. Las terapias serán establecidas según la evolución del tratante, pero el trabajo en casa necesita ser continuo.
No sólo para superar la amarga experiencia de un abuso, sino porque en el futuro se debe volver a establecer la prevención como modelo de protección familiar. Y, para Vásquez y Vicuña, ese mecanismo necesita que el diálogo sea siempre la hoja de ruta.