Colaboración Paola Villaplaza. Foto: Julio Estrella/ El Comercio
Los tiempos han cambiado y con ello, la forma de vida de las personas. Antaño, se preparaba el desayuno, almuerzo o merienda en casa. Ahora, son pocos quienes lo hacen. Muchos prefieren la comida rápida o algo que no les quite mayor tiempo.
En ese correteo diario se olvidan de consumir nutrientes indispensables para el funcionamiento del organismo. “Por eso ahora hay más enfermedades que antes”, refiere la nutricionista Janeth Heredia, de Quito.
Frente a eso, institutos que promueven el consumo de una dieta saludable hablan de los alimentos funcionales.
La Internacional Food Information Council los define como aquellos que proporcionan beneficios en la salud más allá de la nutrición básica. Heredia añade que esos alimentos ejercen un papel preventivo, ya que reducen los factores de riesgo que provocan enfermedades.
Hay alimentos funcionales naturales y otros, modificados por el hombre en uno o más componentes. Un ejemplo de estos últimos es el pan integral, enriquecido con fibra, vitaminas y minerales. También están los huevos a los que se les ha incorporado omega 3.
En el pan o cereales, Heredia destaca la presencia de fibra, un componente cuya función es mejorar el tránsito intestinal, evitando el estreñimiento.
Entre los alimentos naturales que contienen ese componente funcional están la avena, salvado de trigo, manzana, brócoli…
Dentro del grupo de alimentos modificados por el hombre figuran también los lácteos, pero sobre todo el yogur. Algunas empresas dedicadas a la elaboración de ese producto han incorporado probióticos (lactobacilos y bifidobacterias) que regulan el funcionamiento de la flora intestinal. Algunas leches, en cambio, han sido enriquecidas con ácido oleico, calcio, fósforo…
A todos esos alimentos, dice la nutricionista Ana Lucía Enríquez, se los debe consumir dentro de una dieta balanceada y en la proporción recomendada por un especialista para sentir sus beneficios. Si se los ingiere de forma indiscriminada puede haber un incremento de peso, ya que todo lo que se consume y no se quema se almacena en forma de grasa.
Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud establecen un aporte calórico de 2 000 a 2 500 calorías para un hombre adulto y de 1 500 a 2 000 para las mujeres.
Estos alimentos son sugeridos también para poblaciones con requerimientos nutricionales especiales: mujeres embarazadas, con carencia de nutrientes o con enfermedades cardiovasculares, gastrointestinales, osteoporosis…
Dentro de los componentes funcionales constan los ácidos grasos omega 3, vitaminas, minerales, calcio, ácido fólico…
Según estudios, los ácidos grasos omega 3 contribuyen a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
Algunos de esos componentes funcionales están de forma natural en frutas, hortalizas, legumbres y semillas. En la frutilla, mora, zanahoria…, por ejemplo, hay un festín fitoquímico. Esa sustancia inhibe acciones hormonales asociados con el desarrollo del cáncer.
Alimentos funcionales
El plátano, además de hidratos de carbohidratos, contiene antioxidantes que retardan los efectos del envejecimiento, producto del paso del tiempo.
El tomate posee licopeno, considerado un antioxidante muy potente. Previene enfermedades cardiovasculares y ayuda también a evitar la hipertensión.
Los zumos de frutas son enriquecidos con vitaminas y minerales. Las vitaminas A y D favorecen la función
visual. La D ayuda también a tratar la osteoporosis.
La manzana contiene fibra. Para aprovechar sus beneficios en su totalidad se recomienda ingerirla con cáscara. Tiene vitamina A, B6, C, E, K, ácido fólico, fósforo…
Las zanahorias poseen gran cantidad de carotenoides, un grupo de pigmentos orgánicos con función antioxidante. Contribuyen a retardar los efectos de la vejez.
Los huevos son enriquecidos con ácidos grasos omega 3, que reducen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Aplacan dolores de la menstruación.
El pan es enriquecido con fibra y ácido fólico, que disminuye el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares. La fibra combate el molestoso estreñimiento.
El yogur tiene probióticos que mejoran la microflora intestinal. Los prebióticos están de forma natural en la leche materna y
en algunas frutas y verduras.