El 15 de noviembre hubo una acción para recordar a víctimas de violencia de género, en la estación de El Recreo, en el sur de Quito. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Si él te cela o te controla no significa que le importas. Si un hombre maltrata a una mujer en público, no son problemas de pareja o “de marido y mujer, en los que nadie se debe meter”. Si tu hermana o tu hija, con un novio celoso, cambia de celular, de empleo y hasta de ciudad constantemente, algo pasa.
Esos tres puntos son lecciones aprendidas o alertas de agredidas, familiares, activistas y fiscales. El viernes 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional por la No Violencia contra la Mujer. El sábado 26, a las 16:00, desde el parque El Arbolito, en el centro norte de Quito, partirá la marcha nacional “Vivas Nos Queremos, ni una menos”.
En Ecuador, seis de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia, según la Encuesta Nacional de Relaciones Familiares, del 2012, la última del INEC. En el país, el femicidio está tipificado en el Código Integral Penal (COIP), que rige desde agosto del 2014.
Desde entonces, la Fiscalía General del Estado ha receptado 108 denuncias por ese delito. También se registran 32 sentencias condenatorias, 14 de ellas ejecutoriadas y 12 en etapa de impugnación. Por tentativa de femicidio hay 14.
“Algunos se creen con el derecho de controlar la forma de vestir de sus parejas y de acceder a sus claves de Facebook”. Lo apunta Jeannete Cervantes, de la plataforma local de “Vivas Nos Queremos”, que ha movilizado a miles contra el femicidio en Argentina, México, Chile, Uruguay y Brasil.
El círculo de la violencia, apunta Jeannete, empieza por hechos sutiles y, avanza hasta acciones casi naturalizadas en las relaciones amorosas. ¿Por ejemplo? La gente repite que si él te cela es porque te quiere.
Tras una pelea fuerte, en donde hay maltrato psicológico, él le regala flores y ella debe perdonarle. “Tiene que ver con cuentos de hadas y el amor romántico. Así, la violencia crece de forma sistemática y desencadena en femicidio”.
Muchas ponen distancia con el agresor. Pero ni así se salvan, como le pasó a una mujer, de la Sierra, casi en la Navidad del 2014. En un hotel de El Oro murió estrangulada por el padre de su hijo, de 4 años.
Se habían separado cuatro meses atrás. Pero debido a que no sabía manejar, sus padres contactaron al hombre para que los socorra, tras un accidente en otra provincia.
A medianoche, pese a estar en un cuarto con camas separadas, él insistió para que se reconcilien, ella se negó. Al final la mató y luego abusó sexualmente del cuerpo sin vida.
En la sentencia se lee testimonios de amigas que vieron moretones en piernas y brazos. Y recordaron que la acosaba, le enviaba flores y chocolates para que vuelvan.
Para la Organización Mundial de la Salud, la violencia contra la mujer es una pandemia: una de cada tres ha sufrido violencia física o sexual. El 38% de asesinatos de mujeres los comete la pareja.
A las chicas de “Vivas Nos Queremos” las llaman ‘feminazis’ por temas como no sentirse halagadas con piropos de desconocidos.
Del “hola guapa” pasan al “reinita” o “mija estás rica”, critica Ximena Cabrera Montúfar y dice: “Si no es consentido es acoso callejero”.
Para la politóloga Rosa Ortega se vive en una sociedad desigual, de hombres que no cuestionan sus privilegios. “Nos dicen feminazis y no hemos asesinado a hombres para convertirlos en jabones ni ideamos los campos de concentración”.
Ella conforma ‘Justicia para Vanessa’, un colectivo creado tras el asesinato de su prima, hace seis años. No solo acude a audiencias de su caso sino de otras víctimas de femicidio. El colectivo cree en la opción de transformar el dolor en lucha.
Otra activista es Slendy Cifuentes, de 41 años. Su hermana Johanna tendría 30, si no hubiera sido asesinada hace 10, por su expareja. Él, sentenciado a 25 años de cárcel en febrero, siempre mintió: era mayor con 17 años y dijo que con 10; fingió ser soltero.
Ahora ella entiende lo que vivió ‘Joha’. “Continuamente se cambiaba de celular, me decía que se lo habían robado. Pasaba de un trabajo a otro supuestamente por mejor sueldo”. En el velatorio, sus compañeros le contaron que él iba a amenazarla, incluso cuando se fue a otra ciudad para alejarlo.
“El femicidio es una muerte anunciada”, para la fiscal Silvia Juma. En la mayoría de juicios, admite, se confirma que hubo un historial de violencia y una denuncia previa incluso.
Cuenta que hay un alto nivel de retractación. La víctima es amenazada y levanta su denuncia. Anima a que más funcionarios judiciales se capaciten para detectar estos casos y otros como el síndrome de la mujer maltratada, para no sentenciar a quien por años soporta agresiones y un día siente que es su vida o la del otro y lo hiere. Pide sanciones para abogados de violadores que presentan fotos de Facebook de las víctimas para culparlas.
Ahora quiere que se concrete una sentencia de femicidio contra población Lgbti.
Ariadna Reyes, asesora de la Fiscalía, recuerda que ya se han sancionado casos de suicidio tras violación, como el de Gaby Díaz. “Falta, pero dimos un salto al penalizar el asesinato por razones de género”.