Afrontar el deceso de un ser querido es una tarea compleja. Terapias psicológicas, de programación neurolingüística y desensibilización son las más comunes. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO
Afrontar la muerte de un ser querido es un episodio de la vida por el que todos, en cierto momento, debemos pasar. En algunos casos, las creencias religiosas, el acervo cultural y los vínculos con el difunto facilitan la superación de la pérdida. Pero, como lo explica María Teresa Benítez, doctora en Psicología, hay múltiples factores que pueden complicar la aceptación de la partida.
Entre ellos, destacan el grado de ansiedad con el que llega la persona, la forma de la muerte, la cercanía con el fallecido y el tipo de relación que mantenían. “Cada persona lo vive de forma distinta. Pero lo ideal para superar el dolor es buscar ayuda personalmente y no por presión de otros”, sostuvo.
Benítez trata a pacientes que no han podido superar la muerte de un ser querido, a través de “la cura de la palabra”. Esta técnica, dice la experta, busca que los deudos expresen las experiencias vividas con el difunto de la forma más sincera posible. “Hablan de lo bueno, lo malo, las posibilidades que quedaron, las conjeturas…”.
Incluso se les pide que lleven fotografías del finado. El objetivo, según Benítez, es que las palabras “se vuelvan más livianas” y que las personas encuentren un espacio en el que puedan dejar esa situación penosa.
En el campo de la psicología se sostiene que el duelo tiene cinco etapas. Pero solo cuando las personas han llegado a la última fase se empieza a trabajar con la terapia, aseguró Benítez.
Otra de las técnicas que se utiliza para superar estos momentos traumáticos se basa en la programación neurolingüística (PNL). Antonella González, experta en la materia, afirma que el cerebro es capaz de procesar la información de forma positiva y negativa.
Y a través de la PNL, se realizan ejercicios personales cuya meta es propiciar el “reencuentro con el ser querido a través de la mente”. Con la aplicación de técnicas de respiración y guías lingüísticas, comenta González, los deudos pueden sanar heridas y tomar una actitud distinta ante esta situación.
“La metodología busca que las personas encuentren el lado positivo de todo lo que les ocurrió y les causó dolor”.
Tanto González como Benítez coinciden en que la fe religiosa ayuda a superar estos momentos con más facilidad.
¿La razón? En el imaginario cristiano -que predomina en nuestra sociedad- se sostiene que los fallecidos que aceptaron a Cristo, luego de morir pasan a una mejor vida junto al Creador. Y al tomar en cuenta esta consideración, los deudos adoptan una posición más espiritual con respecto a la muerte.
“Las personas dicen: ahora está con Dios, y superan el trauma más fácilmente”, dice Benítez. Pero hay casos específicos, como el de la pérdida de un hijo, en el que los pacientes afrontan un dolor extremadamente alto.
En estos casos, la ansiedad y el desconsuelo son desorbitantes, afirman las expertas, por lo que las sesiones de terapia requeridas son más extensas.
Otra opción terapéutica y libre de fármacos para superar el luto es la conocida como EMDR, cuyas siglas en inglés significan Desensibilización y Reprocesamiento por medio de Movimientos Oculares.
Diana Flor, psicóloga del Centro Gris Azul, la aplica y asegura que es ideal para tratar estos eventos traumáticos.
La técnica se basa en ciertos movimientos de los globos oculares a los que son inducidos los pacientes, para desbloquear los eventos dolorosos y lograr que salgan de su cuerpo y mente.
Flor también emplea la musicoterapia, para conectar la parte emocional y afectiva de los deudos, contribuyendo a la mejora de su estado de ánimo. “Cuando un familiar muere, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional y depende de cada persona”.
Las cinco fases de la pérdida
Estado de asombro. La primera fase del luto se caracteriza por la sorpresa de las personas ante la muerte. No importa si el deceso era esperado o se trató de un accidente. Aquí se inicia un proceso de amortiguamiento e incertidumbre. Los deudos no saben lo que viene ni lo que va a pasar a partir del fallecimiento. También puede presentarse un cuadro de impaciencia en los familiares.
Fase de enojo. Luego de la sorpresa por la muerte, las personas pueden caer en un estado de enojo, debido a las cuestiones inconclusas que el fallecido pudo dejar a sus espaldas. Aquí se incluyen deudas, tratos o acuerdos pendientes. La sensación de que nunca más se volverá a ver al difunto puede afectar las emociones de los parientes. Las personas más cercanas sufren por la soledad.
Intento de aceptación. Una vez que pasaron las dos primeras etapas, las personas ya pueden hablar de la muerte del finado. Se pueden ver las ventajas y las desventajas que hipotéticamente puede traer el deceso. También se empiezan a retomar las actividades cotidianas que los deudos realizaban antes de recibir la catastrófica noticia. La religión y la espiritualidad influyen directamente.
Dolor emocional. En la cuarta etapa aparece el dolor emocional real. Las personas toman conciencia de que la persona fallecida no estará más en su entorno. Pueden presentarse acciones contraproducentes, como tratar de mantener el cuarto y los objetos del finado intactos. O a su vez lavar sus prendas de vestir, para tratar de perpetuar su existencia.
Aceptación. Cuando los familiares aceptan que no habrá una presencia física de su ser querido, pero que su recuerdo siempre estará en la memoria familiar, se alcanzó la quinta etapa del luto. A partir de aquí, puede tomar de uno a dos años aceptar completamente la muerte. En esta fase se recomienda iniciar la terapia para sobrellevar la ausencia del ser querido.