Los alumnos Paúl Navarrete y Susana Chancusi fabricaron una impresora 3D. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
En la película ‘Jurassic Park’, de Steven Spielberg, aparece una impresora 3D capaz de reproducir parte del cráneo de un dinosaurio velociraptor.
La escena es simbólica para los impulsores de esa tecnología porque cuando se la vio – a finales de la década de los 90- no era más que ciencia ficción. Pero ahora no solo se pueden imprimir cráneos de animales en el mundo real, sino también de seres humanos.
En Holanda se hizo uno de plástico y se implantó a una paciente de 22 años de edad. Sirvió para corregir una enfermedad que provocaba el crecimiento desproporcionado de su cabeza. La cirugía se hizo en marzo pasado en el Hospital Universitario de Utrecht, y tardó alrededor de 20 horas.
El ecuatoriano Esteban Armendáriz dice que ese es solo uno de los usos que se puede dar a una impresora 3D. Él fundó hace más de un año la empresa EArD3D, dedicada a la fabricación y ensamblaje de esos equipos. “Esta tecnología cambia la lógica de producción hasta ahora conocida. El usurario en poco tiempo podrá imprimir en su casa objetos como lentes hechos con diseños personalizados, pulseras, recuerdos, juguetes y hasta zapatos”.
En el mercado internacional se pueden encontrar impresoras de este tipo por USD 1 000 o USD 1 500. Son pequeñas, precisamente para el hogar. Pueden fabricar objetos de 20x20x20. A diferencia de los equipos normales, que reproducen en hojas de papel bond planas, estas lo hacen en tres dimensiones; ancho, largo y profundidad (ver infografía).
También hay impresoras de tipo industrial. Estas cuestan desde USD 50 000 hasta USD 100 000. Las más costosas son capaces de imprimir hasta casas para ser habitadas. En China hay una que produce 10 viviendas de 200 m2 en solo 24 horas. Utiliza una mezcla de cemento y fibra de cristal para formar bloques. Estos se juntan hasta lograr la estructura deseada por el cliente.
En Estados Unidos, en cambio, especialistas de la Universidad de Harvard fueron más allá. Acaban de ‘copiar’ la piel artificial de un tiburón.
Los resultados de sus experimentos fueron publicados en la revista especializada Journal of Experimental Biology. Ahí se detalla que la piel natural del pez tiene millones de escamas que no pueden verse a simple vista. Estas hacen que pueda moverse en el agua con mayor rapidez, para atrapar a sus presas. El descubrimiento podría servir, por ejemplo, para hacer trajes de buzos que permitan en el futuro una movilización parecida a la del tiburón.
Fausto Acuña, jefe del laboratorio de Control Numérico Computarizado de la Espe, en Latacunga, dice que los primeros experimentos con las impresoras 3D en el mundo se hicieron en la década de los 50.
Entonces la tecnología era costosa y había poco conocimiento. Por eso apenas ahora se experimenta un auge.
Producir una impresora costaba USD 1 millón. Luego su posicionamiento fue progresivo. Según el último informe de la consultora Gartner, las ventas mundiales de impresoras 3D alcanzaron los USD 412 millones el año pasado. Y para el 2016 un equipo será más barato que un ordenador.
Para Acuña, la liberación de las patentes de sistemas y piezas posibilitó que desde la década de los 90 haya mayor acceso y desarrollo en varias áreas. Primero la tecnología fue adoptada por la industria de los plásticos. Se hicieron moldes y piezas que requerían detalles. Las máquinas tradicionales no podían hacerlas.
Luego se masificó en el sector automotor. Con impresoras 3D se hacen las vinchas, guardafangos, tableros, entre otros accesorios, que resultan más económicos pues son de un tipo de plástico especial que se usa en las impresoras.
El más común es el ABS (acrilonitrilo butadieno estireno, en español). Es resistente al aire y al agua. Puede fundirse a altas temperaturas.
En Ecuador aún no se vende ese material, por lo que se importa de España, Estados Unidos o México, donde hay más avances de esta industria. El kilo cuesta en promedio USD 100 y es suficiente para hacer más de 300 adornos de 10x10x10.
Susana Chancusi y Paúl Navarrete, alumnos de Mecatrónica de la Espe, lo compraron hace un año y aún lo utilizan. Ambos adaptaron una impresora para que se pueda usar en casa, como parte de su proyecto de graduación.
Se inspiraron en una máquina importada que costó USD
42 000 y que fue adquirida por la universidad para el aprendizaje. Con la ayuda del ‘software’
libre y la creatividad para fabricar las piezas ahora se alistan para montar una empresa de impresoras 3D en el país.
Ya han producido llaveros personalizados para los alumnos de la carrera, maquetas para los arquitectos, recuerdos con modelos de monumentos ecuatorianos y hasta figuras de personajes de películas de ciencia ficción que ya no tienen que ver con los dinosaurios de ‘Jurassic Park’, sino con personajes de la saga Star Wars, como el maestro Obi-Wan.
_En contexto
Las empresas comienzan a adoptar la tecnología de la impresión 3D para el diseño de productos personalizados, componentes, prototipos y modelos arquitectónicos. También para promover su marca, sus productos y abaratar los costos en sus modelos de producción.