Una escena de la pieza teatral ‘Reminiscencias de los 10 000 años’, que el grupo montó en el Parque Lago de Guayaquil un día de gran afluencia de público. Foto: Cortesía.
Una cerámica de un acróbata precolombino de la cultura Chorrera actuó como detonante en la creación de Río, un payaso antropológico. Julio Huayamave, fundador del grupo Thamé (Teatro de Artesanos), se propuso indagar cómo habría sido un payaso para las culturas ancestrales de la Costa ecuatoriana.
El resultado es un payaso ataviado con flecos rojos, de sacos de yute, aunque lleva nariz roja y zapatos enormes. Pero es un personaje “vernáculo, silvestre, enfocado en los juegos tradicionales, la oralidad, la memoria, lo lúdico…”, según lo define su creador.
El payaso Río, que habla más bien poco, comparte sus ocurrencias en la comunidad rural con intervenciones escénicas en las que incluso se mete a las casas de los pobladores.
“Es un personaje que en el campo, ya sea en la península o en los pueblos montubios, despierta una memoria, cosas mágicas… En la ciudad es distinto, la gente lo asocia a un chambero o a un loco”, cuenta Huayamave, actor portovejense de 37 años.
El proceso de construcción del payaso y la forma como se relaciona con el público es un ejemplo de las fórmulas de las que hace uso Thamé, colectivo fundado hace ocho años, desde su particular visión de las artes escénicas.
El grupo define su trabajo como una constante investigación teatral, antropológica y vivencial, con diferentes culturas del Ecuador. En los últimos años han mantenido una estrecha relación especialmente con comunidades de montubios y con comuneros de la península de Santa Elena.
Ante la imposibilidad de desentrañar las manifestaciones escénicas de los antiguos pobladores de la Costa ecuatoriana, Thamé imagina en muchas de sus obras cómo serían si no hubieran sido fraccionadas por la conquista española.
Como si se tratara de arqueólogos, los miembros del grupo buscan ese “eslabón perdido”, como lo define Mariuxi Ávila, cofundadora del colectivo. Pero es una búsqueda que parte de la libertad artística.“Es un juego con lo imaginativo, lo subjetivo, lo abstracto, lo simbólico… Un teatro de la intuición”, dice la actriz guayaquileña.
Cuando habla de teatro lo hace en el sentido oriental del término, pues incluye danza y música (sonidos “arcanos” de conchas, piedras, maderos). Thamé integra en escena mimo, zancos, títeres, máscaras y marionetas que trabaja a partir de materiales reciclados, porque conjugan la valorización de los saberes ancestrales con el activismo ecológico.
Piezas como ‘Reminiscencias de los 10 000 años’, que plantea un recorrido por la historia de las culturas precolombinas del Litoral, son producto de investigación en museos. Pero también beben de la convivencia con comunidades como la de Dos Mangas (Santa Elena).
En ‘Reminiscencias…’, que abrió un ciclo de funciones en el Parque Lago de Guayaquil, colaboraron también los actores Edward Huayamave y Paola Mayer.
El Laboratorio de Artes Escénicas Antropológicas, proyecto que obtuvo un fondo concursable del Ministerio de Cultura en 2010, les permitió impartir talleres y montar obras con niños y jóvenes pobladores en Río Caña y La Sequita (Manabí).
Cada agosto regresan a la zona a trabajar en el montaje de piezas con la comunidad y participar en el Festival Río Caña: tradición oral, la semilla y la interculturalidad en Santa Ana, Manabí.
Los procesos de indagación en las tradiciones escénicas ancestrales son también herramientas inspiradoras de la danza performática que practica Huayamave, maestro de danza butoh.
El butoh, un abanico de técnicas de danzas japonesas creadas tras lo bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, estuvo siempre en los ensayos del grupo, pero cobró una mayor presencia escénica desde el 2012.
“El butoh surge como una rebelión de las artes, trabajas desde los impulsos internos, bajo la premisa de que cada uno tiene su propia danza”, cuenta Huayamave. “Yo trascribo el butoh a la realidad latinoamericana, equiparo las bombas atómicas con la agresión del descubrimiento de América y los 500 años de colonialismo. Es un genocidio más grande”.