En 235 páginas se sintetiza la hoja de ruta para cambiar el sistema sanitario del país. El Plan Decenal de Salud es un instrumento técnico y jurídico que establece una política hasta el 2031, para “mejorar la atención y la calidad de vida”.
Su publicación fue una de las últimas acciones de la exministra Ximena Garzón. Ahora la puesta en marcha pasó al ministro José Ruales, uno de sus principales autores.
El documento identifica cinco problemas: desigualdades en el acceso a salud, hábitos pocos saludables, incremento de enfermedades, ineficiente modelo de gestión y la fragmentación del sistema.
A cada uno se responde con objetivos que se busca materializar. El objetivo 2, por ejemplo, se centra en la promoción y una de sus estrategias es impulsar hábitos de vida para mayor control sanitario.
Entre las metas se busca aumentar los diagnósticos y el monitoreo de la hipertensión y la diabetes. La forma de medir su cumplimiento será a través del porcentaje de pacientes captados por el sistema.
Pero no es claro cómo se ejecutará, con qué presupuesto, en qué plazos y si sobrevivirá en 10 años. Dos expertos en salud pública analizaron el plan y hacen algunas observaciones sobre su aplicación en territorio más allá del papel.
Una propuesta sin rostro
El contexto es importante para Carlos Terán. El especialista en Investigación de Salud recuerda que el plan se conoció poco después de la declaratoria de emergencia sanitaria, como respuestas a las manifestaciones de junio pasado.
Pero hay factores de fondo: uno de ellos es el gasto de bolsillo o el valor que asume el usuario por la compra de medicinas, análisis y otras atenciones debido a carencias en el sistema público. Ecuador tiene un gasto del 45%, uno de los más altos de la región.
Otros problemas son la baja ejecución presupuestaria, es decir, no se invierte todo el dinero programado; infraestructura deteriorada, falta de personal y el déficit de medicinas e insumos.
Terán concluye que el Gobierno, después de participar en tres campañas electorales, no ha contado con un plan de política pública en salud. Por eso, afirma, continuó repitiendo el esquema de los últimos dos regímenes y hoy, con el Plan Decenal, no se ve una ruta clara.
“Es un documento académico excelente, tiene buena voluntad, pero no se avizora cómo se va a lograr”. A su criterio, esto se debe a que en la planificación no incluyó a la población en los territorios.
El plan especifica que fue construido con aportes de la academia, sector privado, organismos extranjeros, sociales. En total ocho reuniones con 695 participantes, de los 17 millones de habitantes.
Para el salubrista un plan solo toma rostro cuando incorpora más actores sociales en territorio. “Requeriría pasar por un proceso social de debate y formulación de planes operativos en cada territorio, pasar de buenas intenciones a planes aplicables a 10 años en parroquias, cantones y provincias”.
Sobrevivir a otros gobiernos
El Plan Decenal aprobado está alineado con el Plan de Creación de Oportunidades, agenda política del Presidente.
Esa característica puede convertirse en una traba para que se mantenga en el tiempo. Para Ricardo Cañizares, director de la maestría en Salud Pública de la Universidad Católica de Guayaquil, es necesario contar con un plan que sea intergubernamental.
“Para que sea un verdadero instrumento de planificación, a mediano o largo plazo, hay que despartidizarlo, convertirlo en una propuesta con la que se identifiquen todos los sectores, no un gobierno”. Cañizares explica que eso se resolvería involucrando a actores sociales, políticos, gremios, la academia, entre otros.
Por ejemplo, el objetivo 1 que habla sobre equidad en salud incluye la lucha contra los determinantes sociales. Uno de ellos es el acceso a agua de calidad, una competencia municipal. Pero no especifica si se ha llegado a un consenso previo con los cabildos del país.
Tampoco se define el financiamiento. Organismos externos sugieren asignar cerca el 6% del PIB para responder, medianamente, a las necesidades.
El especialista dice que el país alcanzó 4,9% en 2018 y luego bajó, por lo que hace falta un presupuesto progresivo y permanente.
Otra debilidad es la falta de monitoreo. Cañizares sugiere hacer evaluaciones semestrales -el plan no menciona plazos- y fijar indicadores clave que permitan hacer ajustes continuos.