La madre de Valentina Cosíos habla de los tres años de lucha por esclarecer la muerte de su hija

Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

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Ruth Montenegro no ha descansado en la búsqueda de la verdad respecto a la muerte de su hija de 11 años, Valentina Cosíos. Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

Ruth recuerda la mañana del 23 de junio del 2016 cuando Valentina, su pequeña hija de 11 años, salió de su casa rumbo a la escuela. La niña partió con una sonrisa. Era feliz. Ese día, Valentina falleció en condiciones aún desconocidas y su madre emprendió una lucha para encontrar la verdad.

Durante estos tres años, la mujer no ha descansado. Ha golpeado puertas de las autoridades para que le ayuden a conocer lo que ocurrió aquel día. Su hija fue encontrada muerta y con signos de violencia sexual en el patio del establecimiento educativo en el que estudiaba.

A continuación, Ruth Montenegro, madre de Valentina, relata cómo han sido estos tres años de búsqueda:

“Este domingo (23 de junio del 2019) se cumplen tres años del asesinato de mi niña. Lamentablemente el caso se encuentra en fase de investigación previa. El primer fiscal fue removido, porque quiso cerrarlo, diciendo que fue un accidente. Luego con la otra fiscal fue un proceso largo –un año y medio- y hubo mucha revictimización. Se descartó la parte de accidente, pero se dijo que fue suicidio.

Esas ideas fueron planteadas desde la propia institución educativa –ubicada en el norte de Quito–. Desde el inicio hubo un gran hermetismo sobre lo que sucedió. Nadie dijo esto es lo que vimos, escuchamos o conocimos. Ellos siempre se han desligado de responsabilidades.

Mientras una niña permanece dentro de la institución, ellos eran los encargados de velar por su seguridad física y emocional. Debían entregármela tal como ella salió esa mañana: feliz. Esto no se dio. Quedó confirmado que la niña no salió y los hechos se dieron dentro de la institución.

Nosotros pedimos al Ministerio de Educación que tomara las medidas pertinentes. Mi niña murió en junio y el Ministerio comenzó las investigaciones a finales de septiembre o inicios de octubre. Es decir, tres meses más tarde se inició un sumario administrativo.

Encontramos algunas irregularidades. La institución no tenía un permiso de funcionamiento y no se prestaban las facilidades para precautelar la seguridad de niños y niñas.

En enero del 2017 se dictó la sentencia y se dijo que la institución educativa debía cerrarse. Mientras que las autoridades no podrían dirigir un establecimiento, durante dos años. Nada de esto se ha respetado. La institución simplemente cambió de nombre y de locación al valle de Los Chillos. En el lugar, donde encontramos a mi hija, aún hay niños recibiendo cursos de inglés. La difusión del caso de mi hija fue en Quito y lo que hicieron fue alejarse del ruido.

En estos tres años hemos enviando cartas y demandado una respuesta. ¿Por qué se dictó sentencia y no se ha cumplido? Me han prometido que harán todo lo posible por hacerlo y me aseguraron que esas personas sí tienen responsabilidad, pero, hasta el sol de hoy, no se ha hecho nada.

El proceso sigue estancado. No hay manera de avanzar. Incluso tenemos que realizar una pericia internacional vital para determinar al o a los responsables. Se necesita de esa ayuda profesional, pero hay limitaciones. En ese proceso llevamos un año y medio. Nos dicen que no hay recursos.

Como podemos ver, Valentina no es la única. Estos hechos siguen repitiéndose. A lo largo de estos años se han dado situaciones de violencia y los responsables arman un espíritu de cuerpo para precautelar su buen nombre por encima de la vida de nuestras hijas. Hay impunidad e incapacidad de los operadores de justicia para hacer y cumplir con el trabajo que les corresponde.

Durante estos años me he encontrado con más historias similares de víctimas de violencia, femicidios. Todos nos hemos apoyado. Para nosotros es vital que se mantenga la memoria viva de nuestras muertas. De parte del Estado no hay reparación. Pedimos justicia.

En la mayoría de los casos, un 15% pasa a instrucción fiscal, pero solo el 2% llega a sentencia condenatoria.

La memoria de Valentina siempre estará ahí. Su memoria no puede morir. Lastimosamente, ella no fue la última; lo quisiera. Pero la falta de justicia posibilita que estos casos se sigan repitiendo. El Estado debe garantizar seguridad para que no se repitan.

Esa idea nos junta. El trabajo ya no es para mi hija. El daño y el dolor están presentes. Ahora la lucha es para sus hijos e hijas, que tienen un riesgo real de vivir esa realidad. Por eso seguimos alzando nuestra voz. No es algo ajeno. Le puede pasar a cualquiera. No queremos meter miedo, pero es una realidad.

Yo desenvolvía mi vida con Valentía sin saber lo que iba a pasar. Nadie lo sabe. Era una realidad tan lejana. Por lo que es necesario que haya un despertar social. ¿Qué vamos a hacer frente a estos casos? o ¿qué acciones vamos a tomar? Por eso denunciamos y mantenemos viva la memoria de Valentina y de muchas otras. Siempre decimos que no nos cansamos de luchar.

¿Qué sentido tenía la muerte de mi hija? Unirnos y juntar fuerzas con más personas que han vivido situaciones similares. Darnos soporte y crear conciencia de que la violencia no es parte de nuestra sociedad. No es algo normal”.

Como un recordatorio del fallecimiento de Valentina, organizaciones de mujeres convocaron a un tuitazo. Se lo hará a partir de las 20:00 de este domingo 23 de junio bajo el hashtag #3AñosSinValentina.

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