El 14% de atenciones anuales en ese hospital es de niños que no acudieron a los dos primeros niveles de la red. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
La madrugada del lunes 14 de mayo del 2018 fue difícil para Nicolás Salinas, de 5 años. El niño no pudo dormir bien por la fiebre que lo aquejó. La tos y los problemas para respirar le impidieron asistir ayer a su escuela.
Su madre, Celmira Agurto, notó los síntomas desde hace días. Pero contó que no pudo conseguir un turno para que atendieran a su hijo en el Centro de Salud de Carcelén Bajo, barrio donde residen.
Preocupada, Celmira acudió ayer directamente al Hospital Pediátrico Baca Ortiz para que Nicolás fuera chequeado por un médico. La mujer llevó al niño al área de emergencias.
Cada año, en esa casa de salud se atiende a 257 000 pacientes. Nicolás forma parte del 14% de casos autorreferidos que recibe atención anualmente en el Baca Ortiz. Se trata de pacientes que acuden al hospital sin haber sido referidos por los dos primeros niveles de atención de la red pública (centros de salud). Es decir, sin una cita previa agendada.
Para servir a este grupo de pacientes y garantizarles su derecho a la salud se implementó un plan de contingencia en el hospital. Así lo sostuvo Ivar González, gerente del Pediátrico Baca Ortiz. El funcionario se posesionó el lunes de la semana pasada.
Una de las medidas que tomó fue el denominado “cierre de hora”. Es decir, las agendas programadas para cada especialista se suspenden por unos 60 minutos. Así, los galenos pueden atender los 200 turnos adicionales que se otorgan a las personas que acuden directamente a consulta externa, hospitalización o laboratorio.
El plan de contingencia cubre esa demanda adicional. Pero -subraya el Gerente- es necesario cambiar la cultura hospitalaria, para que las personas agenden previamente sus citas y acudan primero a los otros dos niveles de atención.
Solo en consulta externa, a diario se atiende a unos 700 niños con citas previas.
González apuntó que también se decidió abrir las puertas del hospital una hora más temprano (05:00). Esto ya que el laboratorio clínico empieza a atender desde las 06:30.
Anteriormente, el ingreso para el público era a las 06:00, pues los niños deben madrugar para que les tomen las muestras, en ayunas.
También se habilitaron dos salas de espera para atención de turnos y laboratorio clínico.
La idea es brindar un mejor servicio a los niños y a sus familiares, sobre todo a quienes llegan al hospital temprano.
El pequeño Nicolás fue sometido a un triaje o evaluación en el área de emergencias. Ahí, los médicos valoraron la gravedad de su cuadro y dieron prioridad a otros menores con casos más complicados. Ese es el procedimiento regular que se aplica en pacientes autorreferenciados que acuden directamente a emergencias.
Adriana González es pediatra y coordinadora del área de consulta externa del Baca Ortiz. Comentó que hay cinco niveles de valoración en el triaje.
En los grados 1 y 2, los pacientes tienen prioridad absoluta en la atención, pues son situaciones urgentes y sus vidas están en riesgo. En la fase 3, el paciente necesita atención, pero por su patología puede esperar hasta 60 minutos.
Los grados 4 y 5 son de urgencias menores, en las que los niños pueden ser atendidos entre dos y cuatro horas después. Estos tiempos de espera a veces incomodan a los padres de niños autorreferenciados, apuntó la profesional. “El personal siempre prioriza los casos más graves”, subrayó.
Celmira y su hijo aguardaron una hora y 30 minutos antes de entrar al consultorio. Posteriormente, una pediatra atendió a Nicolás y le diagnosticó un cuadro de amigdalitis. También le detectó una alergia que complicó su estado.
Según González, la mayoría de pacientes autorreferidos arriban con patologías que no son tan graves, como problemas respiratorios o infecciones diarreicas. Pero sabe que para los padres, esos cuadros pueden parecer complejos.
Con el plan de contingencia se garantiza la atención a esos pacientes, luego de un análisis individual . Pero si se trata de un paciente que puede ser atendido en el primer o segundo nivel de la red del Ministerio de Salud, se lo “contrarrefiere”, agregó la pediatra.
“Se trata de ubicarlos en las agendas. Pero esos casos podrían ser atendidos en los centros y subcentros de salud”.
Patricia Morales llegó al Baca Ortiz, desde Otavalo, a las 06:30 de ayer. Ella acompañó a su hija, América Males, de 3 años, quien padece leucemia linfoblástica aguda. Ambas madrugaron al laboratorio clínico. Ahí, a América le tomaron las muestras de sangre antes de transferirla a la consulta con su médico tratante, en el área de hematología.
La semana pasada, la niña culminó una etapa de quimioterapia para combatir su enfermedad. La especialista le agendó una nueva cita de control, para el lunes 21 de mayo.
Su madre recibió la medicación que le entregaron y salió de la casa de salud pasado el mediodía. Enseguida tomó el transporte público para retornar a Imbabura.
Según la coordinadora de consulta externa, alrededor del 33% de pacientes del Baca Ortiz llegan desde diferentes provincias. Ellos, por lo general, acuden en horas de la madrugada al hospital.
El Gerente informó que esa casa de salud destina cada año unos USD 17 millones para la compra de medicamentos, insumos y pago de servicios.
En la nomina están contabilizados aproximadamente
1 680 profesionales de la salud.
En los próximos días se planea inaugurar una nueva sala de neonatología. Además, se construirá un laboratorio de resonancia magnética de alta definición y se adecuará una nueva área de otorrinolaringología.