Fernanda Peralta lució el atuendo típico de la mujer cañari, donde se destacan los bordados de colores fuertes. Foto: Lineida Castillo/EL COMERCIO
Lo primero que llama la atención al llegar a la provincia de Cañar es el colorido atuendo de los indígenas. La moda actual incidió sobre la vestimenta, pero algunas familias conservan las auténticas prendas cañaris, que se destacan por textura, tejidos, colores y peso.
Un total de 35 estudiantes de la Escuela de Educación Intercultural Bilingüe de la Universidad Nacional de Educación mostró esos atuendos en la Pasarela Cultural del Tejido y la Vestimenta Cañari. El evento se realizó en el Complejo Arqueológico Ingapirca, como parte de la Fiesta del Sol.
El desfile plasmó los cambios culturales que ha tenido la vestimenta del hombre y de la mujer indígenas, a lo largo de la historia en las comunidades de Sisid, Huayrapungo, Quilloac, Socarte, entre otras. Pero también mostró algunos personajes representativos de las fiestas culturales-religiosas.
Por ejemplo, el Rucuyaya, el Ayahuma y el Reto, que eran los danzantes en la antigua celebración del Inti Raymi, llevaban cubiertos sus rostros con máscaras y su cuerpo con unas especies de túnicas. Se creía que eran protectores de la Pacha Mama y poseedores de energías de la naturaleza.
Los estudiantes, con apoyo de funcionarios del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, durante tres meses investigaron sobre estos temas.
Se adentraron en los pueblos para, desde el testimonio vivo de los más antiguos, recrear las transformaciones. Además, se apropiaron de la identidad canari al lucir ellos los atuendos en la pasarela de moda.
Fernanda Peralta tiene 19 años y está en segundo ciclo. Según su investigación, los primeros cañaris vestían prendas de bayeta, un textil grueso que les ayudaba a protegerse del frío andino. Con esa tela pesada eran elaborados los ponchos, polleras y rebozos.
Peralta lució esas polleras en la pasarela. Sobre la blusa de manga corta llevaba el rebozo, sujetado con un tupu, que es una especie de prendedor. Aretes grandes de plata y collares de mullos. Antiguamente, ambos mantenían el cabello largo, recogido con trenzas.
Los ponchos gruesos fueron reemplazados por otros más livianos y aparecieron las camisas y blusas, ricamente bordadas en los puños y cuellos, con figuras del sol, de la luna, personajes mitológicos como la serpiente y la guacamaya… Apareció también la cushma, que es una variedad de poncho más grande, sujetado a la cintura con una faja multicolor.
La estudiante Génesis Loor, de 18 años y oriunda de Santo Domingo, explicó que con el paso de los años esa iconografía de lo sagrado cambió en los bordados por flores, hojas, cisnes, aves, ramas… que lucen actualmente las polleras, blusas, camisas y rebozos.
Para Nube Pomavilla, ex Ñusta del Inti Raymi y conocedora de esta cultura, esto no altera la identidad de este pueblo, mientras se mantengan los rasgos originarios importantes de las prendas.
Pomavilla ayudó a recuperar ponchos, fajas, rebozos y accesorios que tienen algunos habitantes y familiares, como parte de su patrimonio cultural. Esas prendas vistieron los estudiantes en el desfile. Otras las obtuvieron del Museo Etnográfico del Complejo Arqueológico Ingapirca.
Los últimos cambios en la indumentaria también se mostraron en la pasarela. Por ejemplo, la estudiante Bárbara Ayabaca lució una pollera roja con una camiseta estampada, zapatos deportivos y el sombrero de paño blanco con borlas.
La tendencia actual es el uso de las polleras de telas livianas, con plisados delgadísimos y de colores alegres, como el amarillo, turquesa, rosado, rojo, verde, violeta, tomate, café…
En la parte inferior mantienen los bordados -pero más anchos- de flores, hojas, cisnes. Pomavilla explicó que por las nuevas tendencias de moda también cambiaron las formas de confeccionar los textiles.