David Grijalva: 'Enfrentar al covid nos vuelve más humildes'

David Grijalva Calero es documentalista con estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

‘El día 14 desde el inicio de los síntomas, cuando se supone que debía superar la parte crítica del covid-19, me quedé sin aire. Empecé a ahogarme y tuve que descender a la planta baja de la casa para conectarme a un tanque de oxígeno que habíamos reservado.

El médico familiar que nos atendió en casa ordenó una tomografía que reveló el daño pulmonar: una neumonía, y pidió mi hospitalización.

Estaba saturando 84% de oxígeno en sangre -llegué a saturar 82%- cuando se supone que lo mínimo es 92% y lo normal es entre 97% y 98%. Fui internado en el Hospital del Seguro Social de Los Ceibos de Guayaquil y estuve 10 días hospitalizado; permanecí hasta el 22 de mayo.

Inmovilizado en una cama, con otros compañeros de cuarto que pasaban a ser in­tubados y en medio de las alucinaciones, sentí la proximidad de la muerte.

Enfrentar el covid nos vuelve más humanos y humildes, somos casi siempre un tanto arrogantes. Esta enfermedad te pone los pies sobre la tierra otra vez, te enseña a valorar lo que tienes, te hace consciente de tu vulnerabilidad y, al final, te llena de más humanidad…

El contagio se produjo quizás en un fin de semana cuando unos familiares llegaron a quedarse en la casa. Al parecer estos familiares habían sido contagiados en días previos.

Fue una cadena: empezó un sobrino, después mi cuñada, que fue la que más grave estuvo, porque fue ingresada con un 90% de complicación en los pulmones, un médico la salvó de ser intubada y pasó 12 días en el Hospital Teodoro Maldonado. Los familiares y conocidos se unieron en cadenas de oración para pedir por la salud de al menos siete parientes infectados.

Mi esposa (la poeta Siomara España) presentó los síntomas dos días antes que yo. El médico familiar nos ordenó exámenes y se confirmó la presencia del SARS-CoV-2. Como vivimos solos, tuvimos que contratar los cuidados de una enfermera.

Las manchas en los pulmones detectadas en una radiografía hicieron necesaria la intervención de una neumóloga, que me envió un tratamiento con un terapista respiratorio en casa. Y a pesar de todos esos cuidados, mi salud se quebrantó. Nunca había estado hospitalizado.

Te ponen un pañal y te inmovilizan, dependes de una enfermera que viene y te limpia; es una situación bastante incómoda. Eso sin contar con la angustia propia y la de los otros, que gritan desde las habitaciones o que llaman a cada rato a la enfermera para saber cómo estamos. Los auxiliares de enfermería son ángeles. Es gente con verdadera mística y pasión por su trabajo.

En las primeras horas en el hospital me pusieron una cánula de oxígeno de alta presión y me medicaron para la presión alta -me ha quedado la presión alta como secuela-.

A través de las rendijas de la persiana de la habitación veía las nubes y los cerros con antenas de Los Ceibos. Y estaba pensando en mi madre, que falleció a los 60 años, casi la edad que tengo hoy, pues cumplí 61 años. Estaba orando. Tenía muchos temores.

En un momento vi una sombra que pasaba por detrás de la persiana, tipo ‘blackout’, y seguí la ruta de esta sombra. Pudo haber sido un gallinazo. Pero en ese momento creí que era un ángel, aunque similar a la imagen que tenemos de las gárgolas, con alas hacia atrás. Fue una especie de presen­timiento de que la muerte estaba muy cerca.

No logré dormir en los primeros cinco días internado, pero gracias a Dios no tuve que ser intubado. Al séptimo día pude levantarme.

La habitación era de cinco metros de largo y me daba entre 200 y 300 vueltas. La idea era tratar de limpiar mis pulmones, mejorar la oxigenación para que el médico decidiera sacarme de allí, algo que logré en el día 10. El médico me revisaba para ver si aún tenía flema en mis pulmones.

Hay que tener un soporte espiritual en una lucha tan brava. Es importante la motivación, porque esta enfermedad afecta al sistema nervioso y lo peor que te puede pasar es que te rindas, que dejes de luchar.

Me dieron 15 días de reposo, pero tuve que empezar a trabajar para entregar esta semana los últimos dos de 12 cortos documentales de un fondo de apoyo a realizadores en la pandemia: el Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación me negó una prórroga. Ahora quiero rodar un cortometraje sobre lo que pasan los enfermeros en medio de los padecimientos del covid-19”.

Su trayectoria

David Grijalva Calero es documentalista con estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba. Ha realizado más de 40 documentales y cortometrajes. Nació en Quito, pero hizo su vida en el Puerto Principal y se considera un guayaquileño. Cuenta su experiencia con la esperanza de que contribuya a extremar cuidados o les sirva a familias que pasan por una situación similar.

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