En el bosque protegido hay especies de árboles centenarias. Foto: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO.
Llegar a la Comuna de San Andrés, perteneciente a la parroquia cuencana de Checa, equivale a ingresar a un espacio de tranquilidad donde el silencio solo es interrumpido por el crujir de las ramas, el murmullo del agua y el viento, el sonido de las especies que allí habitan.
Esta comuna está ubicada a 45 minutos del centro de la capital azuaya y es dueña de 310 hectáreas de bosque. Ellos obtuvieron la personería jurídica en 1996, pero los socios protegen la reserva natural desde hace más de 100 años, contó César Zhagüi, uno de los socios de 71 años de edad.
Un bosque es un ecosistema repleto de vida y por eso lo cuidamos, dijo José Sacta, vicepresidente de la comuna. “De este espacio dependen la vida del ser humano, animales y plantas. Es una pieza clave para el abastecimiento de agua para consumo humano y riego”, dijo Zhagüi.
El 90% de la superficie está tapizado de árboles, algunos centenarios como el guagual y shiripe. La reserva está casi intocable y eso se evidencia en tramos de los senderos que se perdieron entre la vegetación y que hay que atravesarlos con mucho cuidado.
Antes de finalizar este año los dirigentes tienen previsto convocar a una minga para limpiar parte del sendero, para esto gestionarán ante el Ministerio de Ambiente el permiso de intervención para generar el menor impacto posible, dijo Martha Zhagüi, tesorera de esta comuna.
A los habitantes les toma dos días recorrer todo el lindero del bosque y tres horas por el sendero que lleva al mirador más alto, a más 3 600 metros sobre el nivel del mar. Mientras se asciende por el último se confirma que es un territorio convertido en una especie de esponja de agua.
Por la reserva atraviesa el río Gagüiña y de aquí nacen múltiples vertientes como el Saucay, Chulco, Paluncay y Paicayaco que alimentan a más de cinco sistemas de agua potable y de riego que benefician a las parroquias de Checa, Sidcay, Ricaurte, Octavio Cordero y Llacao.
De estos, los más importantes son los sistemas de agua potable San Andrés, administrado por la misma comuna y que tiene 800 abonados en la parroquia Checa; y el Chulco-Soroche de la Empresa de Telecomunicaciones, Agua Potable y Alcantarillado del Municipio cuencano.
De esta cuenca hídrica también se benefician los ríos Machángara y Culebrillas. Según Mario Fajardo, como Comuna y Junta de Agua Potable San Andrés, los socios mantienen un cuidado estricto del bosque que contempla no talar ni quemar la vegetación.
Además, está prohibida la deforestación para extender la frontera agrícola y extraer especies en flora o fauna. Desde 1995 en este territorio no se han registrado incendios forestales. En ese año sufrieron una quema menos que la controlaron con la intervención de los socios.
Fajardo es presidente de la Junta de Agua Potable y dice que las nuevas generaciones tienen el desafío de mantener el cuidado de esta cuenca hídrica y ser consecuentes con el respeto a la naturaleza para garantizar el suministro de agua para Cuenca, alimentos y la biodiversidad.
El olor a musgo, madera, hierba húmeda o a los aromas florales que emanan en el ambiente son algunas de las esencias que identifican al bosque de San Andrés. A más de ser una reserva de agua, alberga fauna endémica como los osos de anteojos, yamalas, coloridas aves, venados…
Hay árboles muy altos con gruesas raíces expuestas al aire por donde aprovechan el agua, los nutrientes y la energía solar; y sobre ellos crecen las orquídeas, bromelias y helechos. Abundan también los bejucos, las plantas trepadoras y en las zonas más húmedas el musgo que retiene el agua.
Adentrarse a la espesura de este bosque es regalar a los sentidos una mezcla de colores, aromas y texturas, dice María Quito, de 58 años. Ella heredó de sus padres el derecho comunal en San Andrés y ya les inculca a sus hijos del valor de seguir cuidando el bosque como elemento fundamental para la vida.