El zumbido de las máquinas extractoras da esperanza. Están conectadas a los pechos de madres que tienen bebés con pronósticos complicados. Saben que cada gota que cae en los biberones esterilizados es una oportunidad de vida para sus hijos y otros pequeños en similares condiciones.
Nueve bancos de leche funcionan en hospitales del Ministerio de Salud Pública y solo en lo que va del año han receptado donaciones de 5 529 mujeres. Ellas han alimentado a 2 210 recién nacidos prematuros, de bajo peso, con infecciones o enfermedades severas.
Kerly Soto es médica nutrióloga, asesora en lactancia y dirige el banco de leche materna del Hospital Universitario de Guayaquil, el único de la provincia. Cada día recibe a 18 donantes que en su primera visita pasan pruebas para descartar infecciones y adicciones.
La leche cruda irá directamente a los bebés propios y otra parte, la que donan, a la pasteurización.
“La leche materna es un organismo vivo -dice Soto-. Contiene nutrientes, inmunoglobulinas, que son las defensas, y agua”. Mediante exposiciones al frío y al calor se extraen impurezas. También realizan análisis físico-químicos. La leche pasteurizada se puede almacenar por hasta seis meses.
‘La leche materna es como remedio para los bebés’
‘Mi hija nació con hidranencefalia (malformación cerebral). Ingresamos por Emergencia y durante esos primeros días no pude alimentarla porque su estado era delicado.
Yo tenía los senos a reventar y me enteré que había un banco donde dejar la leche para luego dársela a mi bebé. Han pasado nueve meses, mi Lexie sigue hospitalizada y no he dejado de donar.
No hubo ninguna alerta de la enfermedad en los controles. Todo iba bien hasta que cumplió 15 días y tuvo convulsiones, fiebre de casi 40°C y fue hospitalizada; después de un mes me dijeron que tenía hidrocefalia y cuatro meses después recibí el diagnóstico definitivo.
No sé qué ocurrió. Lo único que coincide es que me enfermé con covid-19 cuando tenía cinco meses de embarazo y al parecer eso impidió que su cerebro se desarrollara.
Ella me ha enseñado mucho. Ver cómo un ser tan pequeño se aferra a la vida me da fuerzas. La admiro y eso me impulsa a ayudar.
Desde que ingresó ha estado sedada. Se mueve poco, no abre los ojitos y cuando llora veo sus lágrimas. Sé que no hay tratamiento y que tendremos que darle cuidados paliativos y estimulación para que gane motricidad. Pero superaremos cada obstáculo juntas.
Recuerdo que el primer día que llegamos me sacaba la leche y la botaba porque ella no comía; estaba grave, con hemorragia. Al siguiente día visité el banco y dejaba mi donación para otros niños. Luego fue compartida porque Lexie comenzó a comer poco a poco, unos cinco centímetros diarios.
Al inicio dejaba dos o tres tetas, cada una de cinco onzas. Ahora no llego a esa cantidad, pero sigo donando. Vengo de domingo a domingo por mi hija y cada dos días paso por el banco cuando termino mis clases en la universidad.
Aquí hay máquinas para extracción y estimulación, recibimos charlas de los masajes que debemos practicar y alimentación.
Aquí me enseñaron que hay varios tipos de leche: el calostro durante los primeros siete días, la leche de transición, la leche madura y la hipercalórica para ayudar a los niños a subir de peso.
Como donantes no sabemos a qué bebé le llegará nuestra leche, lo importante es que podemos salvar vidas. Algunos niños han perdido a sus mamás; otras madres tuvieron alguna complicación severa y por eso no pueden alimentar a sus hijos. Es bueno poder ayudar. La leche materna es como un remedio para ellos. Mi bebita espera una cirugía para que le coloquen un botón gástrico y poder ir a casa. Ella recibe ahora otra alimentación con sopitas y algo de leche”.
Arleth Rojas
Madre primeriza. Tiene 20 años y cursa la universidad. Divide su tiempo entre los estudios y las visitas diarias al Hospital Universitario. Allí recibe atención su hija Lexie. Sigue una dieta rica en grasas naturales y frutas para producir leche hipercalórica, esencial para que los bebés prematuros ganen peso.
‘Es gratificante poder ayudar a los niños prematuros’
Hace un mes y una semana nació mi bebé. El día del parto supe que tenía una malformación congénita, una atresia duodenal. Ha pasado por dos cirugías que salieron muy bien, pero ahora debemos afrontar otras complicaciones. Por el tiempo que ha estado intubada se han afectado sus pulmoncitos y su hígado.
Por la malformación no he podido alimentarla con mi pecho. Desde que nació ha tomado una leche hidrolizada, sin lactosa para evitar otros problemas digestivos.
Yo quedé muy delicada después de la cesárea. En la cirugía también me ligaron y no pude estar junto a mi Karla Victoria mientras me recuperaba. Fue mi esposo quien la acompañó durante la primera operación y le dijeron que yo debía acudir al banco de leche.
Él les explicó que estaba mal, que ya tengo mis años. Pero me animé a visitar este lugar al octavo día del parto, cuando aún tenía la leche calostro, la amarillita. Desde entonces no he dejado de donar.
Mis senos ya estaban muy duros. Aquí me explicaron la importancia de la estimulación, con masajes suaves en los senos hasta terminar en la areola. Desde la primera vez que doné me emocioné al pensar que cuando mi bebé reciba el alta podré alimentarla con mi leche, que es la mejor para ella.
La bebé está en una incubadora. Cuando me siente se despierta y llora. Yo le digo: ‘ya llegó la mami, mi princesa’, y le canto hasta que se queda dormidita.
Después de verla paso por el banco, donde nos han enseñado a conectar las tetitas esterilizadas a las bombas de extracción.
En un mes he llenado muchos biberones, aunque la producción depende también de nuestro estado de ánimo. A veces recibimos malas noticias; hace poco me dijeron que volverían a intubar a mi bebé y eso bajó mi cantidad de leche. Luego no fue necesario; eso me alivió y retomé mi volumen usual.
También me motiva donar para otros niños. Hay muchos casos de pequeños que son prematuros, que nacen con distintas enfermedades o que sus mamás no pueden alimentarlos porque están en alto riesgo, en Cuidados Intensivos.
Es maravilloso pensar que estas gotitas pueden hacer tanto.
Salvamos vidas y ayudamos en su salud porque los niños que toman fórmulas suelen tener alergias o diarreas. En el banco de leche materna siempre me verán de lunes a domingo. A las 08:30 ya estoy aquí para la primera de tres donaciones diarias, aunque dentro de poco vendré más seguido porque recibí una buena noticia. Pronto empezaré la fase de apego con mi bebé, piel con piel”.
Isnelda Alay
Tiene el apoyo de su esposo para el cuidado de sus otros dos hijos en casa. Victoria es la tercera; nació a las 34 semanas y ha pasado por operaciones para corregir una malformación congénita en sus intestinos. Esta madre de 42 años comenzó a donar en abril cuando aún producía la leche calostro.