Millones de europeos y norteamericanos lo probaron y a muchos les permitió escapar al tabaco: el cigarrillo electrónico genera interés y controversia, precisamente en momentos en que Bruselas y Washington se disponen a reglamentarlo más estrictamente.
Los usuarios de este aparato electrónico sin tabaco, del tamaño de un puro o un cigarrillo y que genera en la boca un vapor aromatizado que contiene nicotina, se movilizan ante la amenaza de una regulación que lo asimilaría a un “producto farmacéutico”.
Si se vota esa disposición en el Parlamento Europeo, el ‘e-cig’ podría venderse en la UE únicamente en farmacias, en tiendas especializadas y en Internet.
En Estados Unidos, donde está en pleno auge, la poderosa agencia federal Food and Drug Administration (FDA) se dispone a anunciar una reglamentación en octubre que asimilaría el instrumento a un producto con tabaco.
El Centro de control y prevención de las enfermedades (CDC) lanzó una señal de alarma a principios de septiembre con un estudio que puso en evidencia un incremento de utilización entre los jóvenes, en particular aquellos que no eran fumadores, temiéndose que se convierta en pasarela al cigarrillo verdadero.
“El incremento de utilización del cigarrillo electrónico es inquietante”, comentó Tom Frieden, director del CDC, porque la nicotina “es una droga que acarrea una fuerte dependencia”.
Sin embargo, para dos especialistas británicos en adicciones y militantes antitabaco, el profesor Gerry Stimson (Imperial College) y el ex director de la asociación antitabaco ASH Clive Bates, el ‘ e-cig’ es “una solución, no un problema”. En un informe, critican la voluntad de la Comisión Europea de querer reglamentarlo como si fuese un medicamento, lo cual convertiría al ‘e-cig’ en “algo más difícil de comprar que un paquete de cigarrillos”.
Un médico norteamericano especialista en tabaco, Joel Nitzkin, expresó una opinión y manifestó: “No dudo ni un segundo de que el cigarrillo electrónico salva la vida de los fumadores que lo han adoptado”, afirma. Y considera como “mala y equivocada” la idea europea de convertirlo en producto farmacéutico.