El recital Juyungo fusiona ritmos indígenas y afros

Foto: EL COMERCIO.

Chopin Thermes no ha perdido la capacidad de sorprenderse de los ritmos del mundo. Nacido en Francia, este etnomusicológo echó raíces hace 46 años en Ibarra, provincia de Imbabura, por amor a una mujer y la belleza del Ecuador.
Su pasión por la música, especialmente de los pueblos originarios, la descubrió tras un viaje a África.
En sus tiempos libres, con grabadora en mano, capturaba los ritmos de festivales tradicionales, que al igual que en la región andina, giraban en torno al calendario agrícola.
“La música tradicional rima la vida de un pueblo, una etnia, una familia, a lo largo de la época del año”, explica.
El recital musical y sonoro Juyungo, un vocablo chachi que significa mono, es una muestra del trabajo de investigación que inició Thermes hace más de medio siglo.
Este ensamble que reúne a músicos del pueblo kichwa de Imbabura, afroecuatorianos y del pueblo Chachi de Esmeraldas, tenía previsto presentarse anoche (14 de marzo del 2019) en el Complejo Cultural Fábrica Imbabura, en el cantón Antonio Ante.
Anteriormente, los 10 artistas actuaron en el Festival de Lille, en Francia, en 1991.
Un año después en Ecuador grabaron el disco 'Juyungo', en el que colaboraron otros intérpretes extranjeros.
“A partir de la presentación en Francia pensé que este ensamble se podía llevar a Ecuador, pero no fue posible por falta de apoyo”, comenta el galo.
Pero durante estas tres décadas siguieron trabajando con el sueño de fusionar los sonidos de los pueblos.
Uno de estos experimentos es juntar a la marimba tropical con el rondador andino. El primero también está presente en las culturas indígenas awá, chachi y tsáchilas.
Con zampoñas, marimba, percusión y cantos, por ejemplo, interpretan con maestría el cadencioso ritmo esmeraldeño La Caderona.
Para José Luis Pichamba, director del grupo Ñanda Maniachi o Préstame el Camino, este encuentro es una experiencia única en el país.
Junto con sus hermanos Humberto, Alonso y Alberto hacen vibrar a pallas, zampoñas, violines, bandolines y bombo. Linda Pichamba, hija de José Luis, en cambio, es una de las cantantes.
Los instrumentos de las dos regiones suenan bien sobre un mismo escenario, corrobora Jackson Ayoví, artista de San Lorenzo, Esmeraldas.
“La música tanto para afroecuatorianos e indígenas ha sido sinónimo de libertad y de alegría”. Ayoví y sus otros cuatro artistas afroecuatorianos lucen trajes coloridos con diseños africanos.
El actual Juyungo también reúne a experimentados y nuevos músicos. Chopin Thermesdestaca que estos últimos han heredado la tradición ancestral de hacer música. Por eso la idea es juntar a más artistas.
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