La muestra colectiva de artes visuales ‘Paisaje/Territorio’ del MAAC incluye artistas de pueblos y nacionalidades indígenas. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
La selva ha constituido un lugar central en sus trayectorias. Un puñado de artistas pertenecientes a pueblos y nacionalidades indígenas del Ecuador aporta con una visión originaria de la selva ecuatoriana en la exposición colectiva ‘Paisaje/Territorio’, en la que participan 34 artistas visuales ecuatorianos.
Las prácticas artísticas andino-amazónicas hacen parte de la muestra colectiva, que indaga en los ‘Imaginarios de la selva en las artes visuales’ del Ecuador, abierta hasta noviembre del 2019 en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil.
El artista amazónico Ramón Piaguaje, de la nacionalidad Secoya; los artistas kichwas Gustavo Toaquiza y Manai Kowii o la activista shuar Dominga Antún exhiben sus propias representaciones del tema de la exhibición.
Gustavo Toaquiza Ugsha, de la comunidad kichwa de Tigua (Cotopaxi), exhibe en la muestra colectiva una serie de cuatro pinturas del pueblo waorani, que habita en la selva amazónica. Y recrea una ‘Matanza taromenane’, pueblo no contactado, como la ocurrida en el 2013 por parte de indígenas de la nacionalidad Waorani.
Con un trazo autodidacta, Toaquiza representa en acrílico sobre lienzo a hombres waorani de pantalón, camiseta y botas, atacando con escopetas y lanzas a los miembros desnudos de la tribu no contactada. La sangre corre hasta al río y la choza empieza a arder en medio del contraste entre la belleza natural de la selva con los signos de la explotación maderera de la pintura.
La serie del 2018 la produjo a partir de una convivencia en una comunidad waorani y según la curaduría, la obra aborda el dilema del extractivismo maderero, “pues en ocasiones los mismos indígenas y colonos ejercen prácticas depredadoras en sus propios territorios”.
Ana Rosa Valdez, curadora de la muestra, apunta que la pintura evidencia también “la trágica relación con los pueblos no contactados, lo que como sociedad nos lleva a preguntarnos: ¿cómo es posible garantizar sus derechos constitucionales?”.
Toaquiza aprendió a pintar pastoreando ovejas y llamas en su comunidad, dibujando las quebradas, las cascadas y los ríos. A los 18 años se trasladó a la ciudad y aprendió a hablar español. “Los indígenas hacemos arte, estoy reivindicando a través de la pintura lo que somos, con temas fuertes en los que critico a los gobiernos, las injusticias sociales o la devastación del Amazonas, en nombre del desarrollo”, dice.
Ramón Piaguaje exhibe dos pinturas hiperrealistas del paisaje selvático de su tierra natal, el Cuyabeno, en la provincia de Sucumbíos. Trata el tema desde una visión personal y un estilo pródigo en el que la selva parece no haber sido tocada por la mano del hombre.
El artista de la nación Siekopai (conocida como Secoya), obtuvo en el 2000 el primer premio del Worldwide Millennium Painting Competition, organizado por Windsor & Newton, con patrocinio de la ONU. El premio a la obra ‘Amazonía eterna’ lo convertiría en un referente del arte de la Amazonía.
“Pinto lo que veo. Con mi obra quiero llamar la atención sobre la conservación, hay un mensaje de protección y también una invitación a conocer la selva, porque los que la conocen nos pueden ayudar a protegerla”, dijo Piaguaje vía telefónica desde Quito, donde reside hace cinco años.
Viaja seguido a San Pablo de Secoyas, en Shushufindi, a reconectarse con el medio donde creció y que inspira su obra.
Manai Kowii presenta la instalación sonora ‘Nunkuy’, cinco mates usados en el Amazonas como recipientes para guardar chicha, tallados con rostros de mujeres amazónicas, los contornos de una serpiente o un cóndor. Y desde el mate central se propaga el canto de la activista Dominga Antún “contra la invasión extractivista en la Amazonía”.
La exposición reúne abordajes de lo selvático desde las artes visuales, de fines del siglo XIX al 2019, de Oswaldo Guayasamín y Enrique Tábara a Pablo Cardoso o Tomás Ochoa. Una instalación sonora titulada ‘Retorno’, de la artista Angélica Alomoto, domina el espacio central. Es un enorme embudo construido con tallos y hojas de lisan de Napo, que se asemeja a la forma de una trampa de pesca usada en los ríos de la Amazonía.