En la comuna San Pablo, en Santo Domingo, viven unas 1 200 mujeres que se dedican a elaborar artesanías. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
Desde hace tres años, la participación de mujeres chachis radicadas en Santo Domingo empezó a tener eco.
La primera aparición en público la hicieron en el encuentro de jóvenes chachis, que se organizó en el 2014.
Ahí ellas expusieron las necesidades que tienen en las comunas en donde viven.
Luego, fueron parte de comparsas e incluso madrinas de deporte en la primera liga barrial de fútbol chachi.
Pero para Cristina Añapa no era suficiente. Las mujeres chachis debían empezar a organizarse. Por eso, en julio decidieron conformar la Asociación de Mujeres Chachis en Santo Domingo.
La coordinadora de la asociación es Etelvina Añapa. Cuenta que el grupo busca fomentar la participación e integración en procesos de lucha por cumplimiento de sus derechos. “Queremos ser escuchadas, pero sobre todo rescatar nuestras raíces. Lastimosamente, sentimos que se están perdiendo”, señaló.
Las mujeres que conforman la asociación trabajarán en proyectos de emprendimiento. Pero además realizarán actividades artísticas, culturales y deportivas, que conlleven a que las personas se identifiquen con Santo Domingo de los Tsáchilas.
Durante los primeros meses se mantendrá una directiva provisional hasta que se integren nuevas mujeres a la asociación. Hasta el momento, la dirigencia está conformada por Etelvina Añapa, coordinadora; Erlinda De la Cruz, subcoordinadora; Diana Cimarrón, secretaria; y Flérida Jama, tesorera.
Según Añapa, las mujeres chachis se han dedicado a la elaboración de artesanías, a la recolección de frutos y a los quehaceres del hogar.
Pero hace 40 años, unas 20 familias chachis tuvieron que migrar desde Esmeraldas a Santo Domingo. Ellos llegaron a la provincia tsáchila en 1985. El presidente de la Asociación de Jóvenes Chachis, Luis Cimarrón, dijo que se autoexiliaron para encontrar mejores oportunidades, como educación para sus hijos.
Pero este éxodo hizo que poco a poco sus costumbres se modificaran. Los hombres empezaron a trabajar en la agricultura y la construcción. Mientras las mujeres optaron por lavar ropa a domicilio o por los quehaceres domésticos.
En los últimos años, la falta de empleo hizo que las mujeres empezaran a buscar nuevos ingresos para aportar en sus hogares. Hay quienes trabajan como profesoras, en labores agrícolas, como comerciantes, entre otras actividades.
Cristina De la Cruz, por ejemplo, elabora y vende artesanías. Entre otros objetos: canastos, abanicos y esteras con materiales de su entorno, como la paja toquilla.
“La tradición era que los hombres cortaran la paja en el bosque y la trajeran hasta nuestros talleres. Pero ahora ellos trabajan en el campo y esa labor la debemos hacer nosotras”.
Ebiliana Acero, docente de la Escuela Chachi Tutsa, afirmó que practicar la actividad artesanal ha unido a las 20 familias de la comunidad. “Es un trabajo que nos ayuda a preservar la cultura, porque las madres enseñan a sus hijas las técnicas de tejido y la idea es que las niñas, cuando sean mamás, pasen ese conocimiento también a sus hijos”.
Para Añapa, esos son cambios positivos porque benefician a las familias.
Ella recuerda que en la provincia de Esmeraldas la mujer chachi también cumple roles, pero que se desarrollan según el entorno en el que viven. “Hay comunas en las que las mujeres elaboran redes para que los hombres pesquen. Pero en otros sectores, las mujeres participan de la pesca”.