La elegancia de las participantes se resalta en la vestimenta tradicional, como lucían antes las mujeres. Foto: José Luis Rosales/ EL COMERCIO.
María Mercedes Vinachi, una de las ‘mamas’ guioneras de la comunidad de Peguche, en Otavalo, vistió solemnemente con motivo del inicio de la Fiesta del Florecimiento. Así lo hacían su madre y abuela.
La mujer, de estatura pequeña, lució además del anaco, blusa de encaje bordada y fachalina, unas orejeras doradas y un sombrero negro cubierto con cintas y plumas de colores.
Estos últimos accesorios son parte de la vestimenta tradicional que antes lucían las mujeres para engalanar las celebraciones andinas.
Vinachi, de 55 años, sujeta en su mano derecha una vela de color blanco, adornada con flores de parafina, mientras contornea su cuerpo a ritmo de un sanjuanito. “El cirio representa la luz del camino”.
Las velas son parte de los elementos infaltables en ceremonias ancestrales importantes, como la entrega de la Rama de Gallo o el wasipichay.
Al igual que sus compañeras, ella fue parte de la comitiva que acompañó al prioste del Pawkar Peguche 2019, como también se le llama a la fiesta del Florecimiento. Con un desfile por la comunidad se inició la celebración, el domingo último, en honor al florecimiento de los campos.
La mujer es una protagonista en esta fiesta, explica Sywy Conejo, una de las coordinadoras del Pawkar. Tiene 29 años.
Explica que en la velada del Runa Kay (orgullo de ser indígena), las mujeres son las encargadas de transmitir en una ceremonia las tradiciones y costumbres a hijos y nietos.
Igualmente, en la ceremonia del Tumarina, las ‘mamas’ de la comunidad dan inicio al ritual. Ellas desean buenos ánimos a todos los participantes para el año que viene, mientras, colocan con la mano agua con pétalos de rosas en las cabezas de sus seres queridos.
Este tipo de festividad también es un reflejo de la solidaridad que existe entre los familiares y vecinos de las parcialidades kichwas de Otavalo.
Estela Terán, una de las participantes en el desfile, llevaba una ofrenda de alimentos, como pollo y papas, acomodados en un envase de plástico sobre la cabeza. Lo sujetaba con las manos. Otras mujeres portaban estos obsequios que incluyen frutas como piñas, uvas y bananas, a las que denominan medianos o presentes.
La comunidad siempre está presta para ayudar en lo que solicita el prioste, asegura Terán. El apoyo puede ser en alimentos preparados, dinero en efectivo, bebidas o con ayuda personal. A este último se le denomina, en las comunidades, como ‘taita’ servicio.
Este personaje es el encargado de repartir la comida y las bebidas entre los asistentes de la fiesta. Y, como toda deuda hay que pagar, los anfitriones deben devolver el favor cuando el ‘taita’ servicio lo solicite.
Sin embargo, la fiesta también incluye a amigos y turistas que se dan cita en la comunidad. Se les recibe con amabilidad y se les deja participar en actividades como el almuerzo comunitario, explica Terán.
Elena Díaz, vecina del barrio Imbaquí, de Peguche, destaca que entre las colaboradoras también constan los familiares de inmigrantes otavaleños que viajan por el mundo y que están de retorno.
Los prefiere llamar mindalaes, como era conocida la antigua élite indígena especializada en el comercio por otras tierras, por fuera de Otavalo.
Esa, precisamente, es unas de las actividades por la que los vecinos de Peguche han rebasado fronteras. El regreso coincide con la estación invernal en Norteamérica y Europa, durante el primer trimestre de cada año.
La canción del emblemático sanjuanito Peguche Tío, compuesta por Luis Alberto Muenala, es interpretada con maestría por 120 chicos de la Unidad Educativa Fiscomisional Cascada de Peguche. Ellos alegran el desfile inicial.
La banda musical, integrada por niños y niñas, está equipada con instrumentos andinos, como zampoñas, rondadores, pallas y bombos.
El docente Daniel Alemán está al frente de esta agrupación estudiantil, desde hace cinco años. Uno de los objetivos es que los alumnos se interesen por cultivar a temprana edad la música autóctona.
Se trata de una estrategia para la recuperación y fortalecimiento de estos ritmos antiguos en esas comunidades.
Las mujeres también se lucen interpretando instrumentos musicales de viento. Es una práctica que antes estaba reservada únicamente para los hombres. Sin embargo, en los últimos años se han destacado cantoras e intérpretes.
La belleza de la mujer kichwa se incluye en la fiesta. Este año Samy Tutaquimba fue elegida Pawkar Ñusta 2019. Ella estará presente en la mayoría de actividades festivas.