Jenny Ainaguano es dueña de un local de ropa indígena. Foto: Glenda Giacometti/ El Comercio
A ellos se los ha llamado la generación Y, los ‘millennials’, los que cumplieron su mayoría de edad con el inicio del siglo XXI. En los manuales de comportamiento y estudios sociales se los cataloga como los jóvenes y adultos nacidos luego de 1982 y que son nativo-digitales. Pero no todos son así. Sobre todo en los contextos indígenas, donde ellos viven en la disyuntiva entre la innovación del momento y el resguardo de sus tradiciones milenarias.
La cuestión es que no todos los ‘millennials’ alcanzaron la mayoría de edad en compañía de un celular o una laptop. Muchos de ellos enfrentan, aún ahora, el analfabetismo digital.
Entre los indígenas se pueden encontrar casos como el de María Cumbal, una vendedora del Mercado Mayorista que a sus 24 años apenas comprende cómo manejar su teléfono. Sabe que un par de teclas le ayudan a hacer llamadas y contestar. De ahí nada más. El concepto de correo electrónico le es indiferente pues a ella le interesa solo mantener cuentas claras con sus “caseritos”.
Ella es un punto de partida para analizar el porqué en los manuales de la generación Y nada está dicho. Según información que circula gracias a estudios de firmas como Deloitte o de la misma Casa Blanca, sede del Gobierno estadounidense, las ‘millennials’ han adquirido mayor poder de liderazgo social que en otras épocas. Empero, y como lo cuenta Jenny Ainaguano, joven empresaria chibuleo, entre los indígenas esto todavía es un reto. Y no por falta de fuerza sino, más bien, por estructuras sociales en las cuales se encuentra arraigada el machismo.
Entonces aquí viene uno de los principales problemas para muchos ‘millennials’ indígenas: ellos encaran modelos de vida social milenarios, que apenas han sufrido cambios a diferencia de lo vivido entre los mestizos del Ecuador. Como cuenta el sociólogo Esteban Paredes, “dentro de este contexto específico, la dinámica social corre a un paso más lento que el resto del mundo. Esto no implica retraso; más bien es el anhelo de un pueblo que busca perpetuar sus tradiciones”.
Exactamente eso es lo que piensa Juan Malán, quichua de 29 años y que realizó estudios universitarios de ingeniería ambiental en Quito. Su forma de pensar responde perfectamente a lo que postulan varios estudios en torno a la generación Y: siente que los negocios aportan positivamente a la sociedad; su liderazgo es más creativo que punitivo; cree que los mejores empleados son aquellos que mantienen mejores relaciones interpersonales. Mas sabe que muchos de estos principios no pueden aplicarse en su comunidad, ubicada en el Oriente ecuatoriano. “El concepto de emprendedor no es algo que se entienda cuando se vive a pocos kilómetros de la selva”, comenta.
Pero también existen casos en los que se puede apreciar que la idea tradiciones de ‘millennial’ ha logrado introducirse en contextos más allá de lo que se vive en los grandes centros económicos. Para muestra está Inti Condo, un exitoso desarrollador tecnológico de origen puruhá que ha trabajado en proyectos como Maqui3000, un brazo mecánico de cinco dedos, o Runa Tech, un traje para no videntes.
Para Paredes, Condo representa la otra cara de la moneda. Con sus proyectos ha logrado que la manufactura de nuevas tecnologías también tenga una impronta indígena. Y según la opinión del biomecánico Bernardo Espinel, desarrolladores como Condo ayudan a comprender cuáles son las necesidades que se tienen fuera de las ciudades. “Muchas veces se sobreentiende que los ‘millennials’ solo necesitan de un iPad o una laptop para definirse como tal. La realidad es otra en el campo, donde ellos tienen retos que escapan a tener un auto de lujo o la mejor conexión a la Internet”, apunta.
Esos retos no solo son tecnológicos. Están, por decir algunos, su necesidad de convertirse en una fuerza laboral con preparación académica o el empoderamiento de la mujer. En el trasfondo, está implícito el cuidado que muchos de ellos ponen al cuidado de las tradiciones que los han definido como sociedades milenarias.
Inti Condo es un reconocido desarrollador indígena. Foto: Alfredo Lagla, Archivo / El Comercio