Artesanos de Bullcay, San Pedro de Los Olivos y Bulzhún muestran el proceso a los visitantes, en sus talleres. Foto: Lineida Castillo/ EL COMERCIO.
Los poblados de Bullcay, San Pedro de Los Olivos y Bulzhún forman parte de la Ruta Artesanal de las Macanas, que es uno de los principales atractivos turísticos del cantón azuayo de Gualaceo.
Los tres pueblos están conectados por la vía a Gualaceo. Allí, se descubre la riqueza cultural que, a través del trabajo de los artesanos, se manifiesta en los finos chales, ponchos y calzado.
Entre los tres pueblos, 18 artesanos abrieron sus puertas para que los visitantes –nacionales y extranjeros– conozcan de cerca el proceso de la elaboración de la tradicional macana de la Chola Cuencana, que realizan con la técnica del ikat.
Uno de los más grandes fue convertido por su dueño José Jiménez, de 59 años, en una suerte de museo. Él aprendió este oficio de sus abuelos y padres, hace cinco décadas. Ahora transmite sus conocimientos a sus hijos y aprendices de su comunidad San Pedro de Los Olivos.
Al ingreso, como distintivo, hay una bandera del Ecuador y una valla con su imagen sosteniendo el libro que lo incluye entre los 200 Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica. Esa distinción se la otorgó el Fondo Cultural Banamex de México, en el 2017.
La visita a su taller cuesta USD 1 y el recorrido dura 30 minutos. En ese tiempo, Jiménez muestra el proceso para tejer el chal.
Sobre un tablero de madera acomoda las cuatro ollas de barro que en su interior guardan plantas como alfalfa, retama, entre otras.
Son tintes naturales para colorear el hilo. Con el nogal obtiene un café claro y con el añil logra el azul. La cochinilla, que es un gusano que se encuentra en el penco, sirve para el fucsia, rosado o rojo. Él conoce de memoria las mezclas para obtener cualquier tonalidad.
Piedad Ulloa, quien tiene su taller en Bullcay, recuerda que hace más de un siglo la macana se tejía en todo Azuay, pero ahora solo se realiza en esta zona de Gualaceo. A ella sus abuelos le contaron que la intercambiaban por alimentos, mediante el trueque.
Solo separados por dos viviendas están los talleres de Carmen Orellana y Blanca Rodas. A un costado están los llamativos telares manuales que utilizan para entrelazar los hilos y en las paredes los chales con diseños preincásico, paisaje, montañas o chacanas.
Rodas cuenta que la primera curiosidad que tiene un extranjero al ingresar a su taller es dónde está la máquina. “Y se ríen y sorprenden cuando les muestro estos telares que tienen nombres como: Muchacho, Chaperche, Patiana. Nuestras manos y creatividad son las máquinas”.
La mayoría de los talleres funciona en viviendas de adobe y reciben un promedio de 10 visitantes por semana. En temporada alta puede ser mayor. El sábado pasado la quiteña Margarita Durán, de 49 años, y sus dos hijas visitaron el lugar.
“Vine a conocer a los mejores artesanos en macanas del país y a llevarme alguna de sus prendas”, dijo al ingresar. La apertura de los talleres y las visitas tomaron impulso tras la declaratoria del tejido de la macana como Patrimonio Cultural del Ecuador, en el 2015.
Desde entonces, los talleres muestran fotos de los artesanos concentrados en los procesos de tinturado, hilado y tejido. Su trabajo ha sido reconocido en el país y el extranjero.
El local de la familia Orellana, por ejemplo, exhibe un reconocimiento a la Excelencia que recibió Carmen Orellana por parte de la Unesco, en el 2014. Ella y sus dos hermanas, Ligia y Dora, laboraron en el taller.
Carmen y Yolanda Vera contaron que antes entregaban sus obras a los intermediarios y almacenes de Cuenca y Quito. Pero ahora cada local tiene un espacio –tipo tienda- para exhibir las prendas y con eso sus ingresos mejoraron. Las macanas cuestan desde los USD 15 hasta los USD 300.