El 2 de diciembre pasado, decenas de afiliados esperaban, en las gradas del Centro de Atención Ambulatoria Centro, su turno para ser atendidos. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO
Para el paciente puede tratarse de un simple dolor abdominal. Pero ese síntoma puede advertir un mal mucho más grave como una apendicitis o un infarto en el miocardio.
Diferenciar entre una y otra patología requiere de tiempo, según David Barragán, médico internista y jubilado del IESS. Y es precisamente lo que no tienen los médicos de la institución. Sobre todo cuando se trata de un paciente que llega por primera vez a un consultorio.
Es ahí cuando se hace la historia clínica. El documento no solo es vital para la atención inmediata y futura del paciente, como se señala en el Expediente Único para la Historia Clínica, del Sistema Nacional de Salud. De su correcta definición puede depender la vida de un paciente y los futuros reclamos por parte de él ante un posible mal diagnóstico.
Los galenos del IESS tienen 15 minutos para atender consultas de tipo general.
El presidente del Consejo Directivo del IESS, Víctor Hugo Villacrés, dijo que esos tiempos se definieron en función de principios médicos internacionales. “En 15 minutos el paciente puede ser atendido y pueden extenderse hasta 20. Es prudencial”.
Según el Instituto de Bioética de Buenos Aires (Argentina), la cita promedio en el mundo dura entre 10 y 15 minutos y se insiste que debe ser mayor, aunque no establece cuánto porque depende de cada caso.
El problema -se agrega en el estudio que publicó en el 2013- está en que precisamente se tiende a estandarizar.
En el caso del IESS hay médicos que están convencidos de que el tiempo está relacionado con la cantidad de pacientes que deben atender. Hasta 30 al día, según un internista del Hospital Andrade Marín.
“Es demasiado”, dice Barragán. El diagnóstico es como cualquier otra actividad que exige un esfuerzo. El médico debe estar concentrado. “A los 10 primeros se los ve muy bien, los 10 segundos más o menos y los últimos ya no tanto por la carga que se tiene”.
Antes, los médicos trabajaban cuatro horas. Pero desde el 2012 se incrementó la jornada laboral a ocho horas. Así se ha enfrentado el incremento de la demanda de servicios. Desde el 2008, la cantidad de afiliados se ha triplicado por que se incluyeron a los hijos menores de 18 añoS de los afiliados, cónyugues, trabajadoras domésticas. Ahora superan los 8 millones.
Para enfrentar la saturación en consulta externa, Villacrés dice que se está aumentando la oferta instalada. En Quito está por abrirse el Centro de Especialidades del Comité del Pueblo, con 120 consultorios.
El médico decide
Algunos médicos del IESS siguen al pie de la letra las indicaciones sobre el tiempo de consulta. Marisela Aguilar, una afiliada, dice que cuando iniciaba su embarazo hace siete meses, logró una cita en el Centro Ambulatorio Mayorista. El especialista, en 15 minutos, le confirmó que estaba embarazada a través de un eco, registró su historia clínica y terminó la consulta. “Quería saber cómo debía cuidarme, que no podía comer o hacer, pero no me dio tiempo a nada”.
Otros médicos, en cambio, omiten las normas premeditadamente sobre los tiempos para tratar de dar una mejor atención. Si es algo que puede resolverse en poco tiempo, no dedica más de 10 minutos. Así, los minutos que acumula los emplea en otro paciente.
Pero los cálculos no son exactos y los desfases en las consultas provocan aglomeración en los centros ambulatorios, como en el de calle Benalcázar, en el centro de Quito. El 2 de diciembre pasado, Julio Cabrera tuvo que esperar 45 minutos para ser atendido. Fue el tiempo que demoró la consulta con el paciente que estuvo antes.
Cuando entró al consultorio, el especialista tardó 10 minutos en leer sus exámenes de imagenología y determinar que estaba apto para una operación de la vesícula. Cabrera dice que lo atendió con amabilidad y que ocupó el tiempo necesario.
Aunque era la segunda vez que el paciente iba por ese motivo al centro. Hace ocho meses le pidieron las mismas radiografías, pero no pudo ser intervenido por falta de especialistas. “Los exámenes caducaron mientras esperaba un turno y me tocó volver a hacerlos”.
En el sector privado, los horarios son más flexibles. El ginecólogo y mastólogo Jorge Granja, en una cita normal, puede demorar 30, 40 minutos “o más si se trata de las primeras citas”. El paciente o sus familiares se desahogan. Granja dice que eso es fundamental para su salud emocional.
Cuando él era médico del IESS, hace cuatro años, recuerda que había días en que se atendía a 12 pacientes en dos horas. Las preguntas de diagnóstico se hacían casi de forma mecánica. “Había cantidad de pacientes con cáncer de seno. Yo les decía hágase los exámenes y no coja turno. Venga directamente para ver el resultado y poder tratarla rápido”.
El año pasado, el médico estadounidense Patch Adams dio una entrevista a Forbes y destacó la importancia de dedicarle tiempo al paciente. En su instituto (Gesundheit), la primera cita dura mínimo tres horas. “Los médicos nunca tienen oportunidad de pasar suficiente tiempo con sus pacientes porque el tiempo es dinero”.