Imagen referencial. En la red existen usuarios que buscan tener relaciones sexuales con personas seropositivas. Foto: Pixabay.
Desde hace unos tres años se llama “Nicolás”. En las redes sociales para citas y sexo casual se define como un chico de 1,72 m., de cabello negro, con un cuerpo bronceado y definido.
Estas características no lo motivaron a cambiar su nombre. De hecho todo empezó cuando fue diagnosticado con VIH, poco después de cumplir 25 años. Él cree que se infectó en un viaje a la Costa ecuatoriana, cuando terminó la universidad. En ese entonces, y con una buena dosis de tragos encima, lo único que valía la pena “era beber licor fino y conseguir una relación para pasar el chuchaqui”.
Pero ese chuchaqui no ha pasado. Y con tres años viviéndolo, él siente que ahora entiende muchas de las cosas que se esconden detrás de la enfermedad del lazo rojo.
De acuerdo con datos proporcionados por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), 54 641 personas viven con VIH en el Ecuador. En el contexto latinoamericano, el país alberga el 2% de la población infectada. Nicolás dice que nunca estuvo al tanto de las cifras ni de las secuelas de la enfermedad cuando vivía entre discotecas y licor.
No es el único que siente que el desconocimiento lo convirtió en parte de las estadísticas de una de las pandemias más fuertes del siglo XXI. Luis Salazar (nombre protegido) dice que hace diez años, cuando se infectó, la enfermedad era una cuestión de mitos urbanos.
“Siento que muchos de mi generación veían al VIH como una cosa lejana, como algo de cobardes. Por eso tal vez yo nunca me protegí al acostarme con otros hombres”, dice tras este primer decenio de tratamientos.
Sin embargo, y a pesar de la impresionante cantidad de información disponible en la red, Luis afirma que una práctica peligrosa toma fuerza entre un reducto de la población: las prácticas sexuales sin protección motivada por jóvenes que quieren experimentar con personas seropositivas.
“En el mismo día en que cambié mi información en Manhunt, cuando di a conocer mi estado serológico, recibí dos propuestas para tener sexo sin condones”, dice Luis mientras revisa cuántas personas visitaron su perfil durante la última semana en una de las redes sociales Glbti más exitosas para concretar encuentros sexuales. Aquí le han dicho de todo: enfermo, degenerado, pervertido, pero nada de eso comparado con la combinación de palabras “me gustaría t… contigo”.
Luis: pero soy seropositivo.
Usuario: siempre ha sido mi fantasía hacerlo con alguien como tú.
L: Insisto, soy seropositivo.
U: Sí, y eso me parece muy especial. Quiero ser como tú.
Para Luis, este tipo de conversaciones no solo despiertan su curiosidad sino que lo alertan de los peligros que corre la población Glbti en la actualidad. Él ha recibido no más de cinco propuestas similares, pero es un número suficiente para él como para ponerse en alerta.
“Si hubiese estado con un estado anímico bajo, con las ganas de sentirme querido por alguien, a lo mejor lo hubiese aceptado. Pero no solo me preocupa la salud del otro sino la mía misma. Yo no sé qué otras enfermedades me podría contagiar aquella relación casual”, comenta.
Nicolás está en el mismo camino. Cuenta que en el último año vivió una experiencia del mismo tipo y precisamente en sus búsquedas por las redes sociales de la comunidad gay. No sabe a ciencia cierta si se trataba de una broma, o si en verdad eso se ha convertido en la moda del momento.
De una u otra forma, y tras hablarlo con su terapista, él dice que la mejor opción es evadir esas conversaciones. “Nunca sabes qué loco va a salir a la vuelta de la esquina”. Tiene miedo de que ese tipo de mensajes sean parte de alguna red de ladrones que quieran aprovechar aquella información para sobornarlo.
Soborno, experimentación o simple curiosidad, estas prácticas de alto riesgo, bajo la mirada de Nicolás y Luis, son cada vez más comunes. Sea con conocimiento explícito por parte de la persona que quiere infectarse, o bien en un encuentro desenfrenado, más de uno busca satisfacer sus deseos poniendo en jaque su propia salud física y emocional.