El encuentro Hábitat III considera la relación urbe-rural

Los campesinos venden animales como el cuy en el mercado de San Roque, uno de los mayores centros de acopio de productos rurales. Foto: Armando Prado/EL COMERCIO

Los campesinos venden animales como el cuy en el mercado de San Roque, uno de los mayores centros de acopio de productos rurales. Foto: Armando Prado/EL COMERCIO

Los campesinos venden animales como el cuy en el mercado de San Roque, uno de los mayores centros de acopio de productos rurales. Foto: Armando Prado/EL COMERCIO

A la actual centuria XXI se la llama el “siglo urbano”. Los gobiernos están prestando atención a los desafíos que representa el crecimiento de las ciudades. Sin embargo, ha surgido una interrogante: ¿qué sucede con el desarrollo rural y su relación con las sociedades?

Frente a esta percepción, la Nueva Agenda Urbana toma en consideración varios aspectos de la relación entre el campo y la ciudad. Este será el documento final de la conferencia más importante sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible, Hábitat III.

Christine Platt, presidenta de la Asociación Urbanista del Bien Común, dice en un artículo de Cityscope que lo urbano y lo rural no constituyen una dicotomía. “Son económica, social y ambientalmente interdependientes”, escribe.

Por primera vez en 40 años, Hábitat III ve a los asentamientos humanos como un todo, donde las ciudades dependen del campo y viceversa.

En el último borrador de la Nueva Agenda Urbana, 13 puntos de los 165 hacen referencia a la conexión entre lo urbano y lo rural. Se enfocan principalmente en apoyar al campo para desarrollar las ciudades.

Entre los temas que involucran al campo, los gobiernos que firmarán el documento se comprometerán a facilitar la movilización de las personas con discapacidad. También promoverán la comunicación pública y el manejo sustentable de los recursos naturales para asegurar el alimento en las ciudades.

En lo que se refiere a los recursos naturales, el borrador incluye a la tierra, las fuentes de agua, la energía, los materiales, los bosques y la comida. Además pone énfasis en minimizar cualquier tipo de contaminación incluyendo los desechos, los químicos, los gases de efecto invernadero y el sonido que influye ambos sectores.

El manejo del agua es uno de los puntos más relevantes, pues esta llega del campo a las ciudades. Asimismo, las ciudades suelen contaminar los ríos que luego afectan a las comunidades campesinas.

La agenda también hace énfasis en mejorar el transporte para facilitar la conexión entre las dos áreas y potenciar el desarrollo rural.

Se aspira crear alianzas entre los pequeños campesinos y pescadores con los grandes mercados de las ciudades. De hecho, al establecer redes con proveedores del campo, estos logran captar los costos y las plusvalías que existen por intermediación.

Así lo explicó Mónica Ramírez, directora de Vivienda y Asentamientos Humanos de Hábitat para la Humanidad en América Latina y el Caribe.

Hay temas como la adaptación y mitigación del cambio climático que no se toman en cuenta para el sector rural. Si bien el 70% de los gases de efecto invernadero se emiten en las ciudades, las personas que viven en el campo son las más vulnerables a los efectos del calentamiento global (sequías, inundaciones, enfermedades, etc.), según las Naciones Unidas.

Ramírez alega que todavía hay muchas discusiones sobre el borrador cero de la Nueva Agenda Urbana. Para el documento final, el dilema entre la ciudad y lo rural puede ser abordado de forma diferente.

Por ahora“sí hay consciencia. Desde los movimientos sociales se habla sobre el derecho a la ciudad sin olvidar el campo”, concluye Ramírez.

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