Agricultores laboran en un campo de arroz, en la provincia de Vinh Phuc, en el norte de Vietnam. Foto: EFE
Antes de la cumbre entre Estados Unidos y Corea del Norte, realizada en febrero del 2019, el presidente Donald Trump le recomendó a su homólogo Kim Jong-un que pusiera más atención a las reformas que llevó a cabo Vietnam. Le puso como un ejemplo a seguir, claro, si quiere convertirse en una potencia económica.
La cumbre entre ambos mandatarios se llevó a cabo en Hanói, capital vietnamita, un país socialista con 95,5 millones de habitantes y que es considerado el “milagro asiático”, debido a su desempeño económico en las últimas tres décadas, producto de un modelo económico basado en la apertura comercial y el fomento a las exportaciones.
Aunque el objetivo de la cumbre en Hanói era hablar de la desnuclearización de Corea del Norte, también era la oportunidad para que Kim Jong-un pudiera visualizar cómo sería su país si diera un giro en su política económica al estilo de Vietnam, donde existe un solo partido político y un fuerte sistema de control. Y pese a eso, ha podido integrarse al mercado internacional y sacar ventaja de la globalización.
Hace tres décadas y media, Vietnam empezó a escribir una nueva etapa de su historia, que combina las libertades económicas del capitalismo y el dominio político de un solo partido: el Comunista.
La nueva etapa de Vietnam se caracteriza por su alto y sostenido crecimiento, que le ha servido para curar las enormes cicatrices que dejó el largo conflicto bélico que duró casi dos décadas y que es conocido como la guerra de Vietnam.
Esa guerra enfrentó a las dos partes en que se dividía el Estado de Vietnam (norte y sur) entre 1959 y 1975. Unos 40 países intervinieron y lo convirtieron en un conflicto internacional, de los más recordados del período de la Guerra Fría.
Vietnam fue colonia francesa por casi 70 años, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Los grupos comunistas vietnamitas aprovecharon el reordenamiento del poder mundial, echaron a los franceses y declararon la independencia junto a otros países de la zona como Laos y Camboya.
Sin embargo, en la nueva república convivían dos modelos antagónicos: uno capitalista y otro comunista, cuyas diferencias desencadenaron el conflicto bélico con la participación de EE.UU., Rusia, China, Corea, Australia, España, Australia, Filipinas y otros.
La guerra de Vietnam dejó cerca de 5,7 millones de víctimas, según la Agencia de la ONU para Refugiados (Acnur). Pero el efecto más significativo, dijo, “fue la reconstrucción del propio Vietnam, que tuvo que acoger a los distintos grupos sociales y políticos en una sola nación. Además, los informes hablan de casi 10 millones de refugiados”.
Después de la retirada de Estados Unidos y el final de la guerra, Vietnam del Norte y del Sur se unificaron bajo un gobierno comunista, cuyo mayor desafío fue reconstruir un país en ruina económica.
En esa tarea, el café jugaría un papel clave. El gobierno comunista estableció enormes granjas colectivas, aunque nadie tenía muchos incentivos para trabajar duro, y menos en medio de una corrupción desenfrenada, según una publicación de la cadena BBC.
Finalmente, en 1986, el Partido Comunista de Vietnam tuvo una gran reunión en la que decidió relajar las reglas. Las granjas colectivas planeadas por el Estado desaparecieron y medio millón de pequeñas propiedades surgieron en su lugar. En la década de 1990, la producción de café creció a un asombroso 30% por año.
A este proceso de reformas se lo llamó Do Moi o Renovación, cuyo objetivo era legalizar e incentivar la creación de empresas en un régimen de libre mercado. Y eso ocurrió bajo la guía del Partido Comunista de Vietnam, que acabó de cumplir 90 años el 3 de febrero pasado. Actualmente cuenta con 5,2 millones de afiliados, más del 5% de la población.
En algo más de 30 años de Renovación, la economía del Vietnam ha crecido a un promedio anual del 6%. La tasa de hogares pobres se redujo del 46,9% en 1992 a menos del 4% en 2019. En los últimos tres años, el salario mínimo aumentó un promedio cercano al 6,5% y el poder adquisitivo de la población creció más del 10%. La política del Partido Comunista es que la gente trabaje más y mejor, pero vea el resultado, escribió Alberto Salazar, de Prensa Latina.
Esa combinación de economía libre y control político radical pudiera ser atractivo para dictadores como Kim Jong-un, escribió Dan Kopf en el portal Quartz, en diciembre del 2018. “Si Corea del Norte decide seguir el camino de Vietnam, significaría abrazar la globalización”, como lo hizo China.
En 2017, el comercio de Vietnam como porcentaje del PIB superó el 200%, lo que convirtió a su economía en la más globalizada de todos los países importantes. Según el ranking Doing Business 2020, Vietnam se ubica en el puesto 70 entre 190 países, mientras que Corea del Norte no aparece en ese listado. Ecuador, que tiene menos de la mitad del PIB de Vietnam, está en el puesto 129.
El mercado laboral barato, muy atractivo para que los inversores extranjeros monten fábricas de bajo costo, también explica el desarrollo de Vietnam. El país ahora es un importante exportador de productos electrónicos y prendas de vestir, con Estados Unidos y China como los principales compradores de sus productos. Para fabricar esos bienes, Vietnam importa piezas de máquinas y recursos naturales de Corea del Sur y China.
Otro factor que explica ese desempeño económico es la alta participación de las mujeres, pues la reconstrucción de Vietnam demandó de toda la fuerza laboral disponible. Un 75% de las mujeres en edad activa ha trabajado durante por lo menos dos décadas, una de las tasas más altas y persistentes de Asia y el mundo, según la revista Finanzas & Desarrollo del FMI, de septiembre 2018.
El caso de Vietnam también deja una lección: el desarrollo económico de un país no necesariamente conduce a un impulso a la democracia.