El mural de la casa de Kinti Wasi fue pintado por extranjeros que visitaron este proyecto. Ahora se usa como un espacio para fotografiarse. Foto: Lineida Castillo / EL Comercio.
Tres familias del poblado de Mil Mil, perteneciente al cantón cañarense de Suscal, optaron por el turismo comunitario para mejorar sus ingresos familiares y mostrar sus tradiciones y cultura.
El proyecto Kinti Wasi o Casa del Colibrí, que empezó en marzo del 2017, también busca frenar la migración al generar empleo. En 1998 en Mil Mil vivían más de 50 familias; en la actualidad solo quedan tres, contó la directora de la iniciativa, Carmen Loja.
Para ellos,la riqueza cultural cañari fue una oportunidad para emprender en el turismo rural. Ese poblado está ubicada a cinco minutos de Suscal, la cabecera cantonal.
El proyecto funciona en una casa de bahareque y madera, en cuya fachada resalta un colorido mural de una indígena rodeada de colibríes. En las inmediaciones hay cultivos de arvejas, ocas, papas y cebada y plantas medicinales como manzanilla, cedrón o menta.
Durante los recorridos, los turistas conocen sobre la siembra, la cosecha y las propiedades nutritivas y medicinales de las plantas. También, se efectúan los rituales.
El argentino Franco Apaulaso, la chilena Daniele Pérez (Chile) y la italiana Elena Tullio llegaron hace 11 días para conocer las expresiones culturales de los indígenas y su cosmovisión. El primer día fueron recibidos con una noche cultural de música andina.
De allí, cada día –dependiendo de los gustos- han optado por caminatas a los míticos cerros como el Guayrapalte, trabajo en las huertas, preparación de alimentos con técnicas ancestrales, recolección de
leña y baños ceremoniales.
El 31 de agosto disfrutaron del Pachamanka, que es un ritual que consiste en la cocción de alimentos dentro de la tierra. Se usa el vapor que producen piedras incandescentes previamente calentadas.
Los indígenas y visitantes colaboraron. Unos cavaron el hoyo de 70 centímetros de diámetro y 80 de profundidad. Otros, en cambio, encendieron una fogata donde colocaron 30 piedras pequeñas.
Luego introdujeron las piedras al hoyo y sobre estas una olla de barro con cuy, papas, mellocos y piña en rodajas. Finalmente, se cubrió con una capa de tierra formando una suerte de olla de presión. En 40 minutos estaba listo.
“Cuando cocinamos pedimos permiso a la Madre Tierra por darnos los alimentos diarios”, dijo Jacoba Loja.
La comida se compartió en una pambamesa, donde también ofrecieron mote, queso y agua de horchata. La italiana Tullio degustó de todos los alimentos. “Se siente un sabor natural y único”.
El proyecto Kinti Wasi tiene capacidad para hospedar a 15 personas a la vez. Los visitantes no disponen de habitaciones individuales sino se acomodan en un dormitorio general. El costo por día y persona es USD 45 e incluye hospedaje, comida y recorridos. Hasta el momento han recibido 500 visitantes, la mayoría de EE.UU.