A finales de noviembre se realizó un acto de presentación de los nuevos sitios del CAC. Foto: cortesía CAC
En el Centro de Arte Contemporáneo de Quito (CAC) se inauguraron el mural Memorias Trans y la Sala comunitaria Nueva Coccinelle. Ambos espacios buscan educar a los visitantes, generar empatía y hacer un ejercicio de la memoria de esta comunidad.
Gledys Macías, mediador comunitario del CAC, cuenta que allí hay una línea de exhibiciones con temáticas Glbtiq desde hace unos nueve años.
La colaboración con las fundaciones dedicadas a la población trans arrancó en el 2018. La Asociación Alfil solicitó al CAC un espacio para presentar el informe ‘Trans 2018’. El documento se realizó en conjunto con la Red Latinoamericana de Activistas y Mujeres Trans y abarcó información de 13 países de Latinoamérica.
Después se realizaron otros eventos, como el Encuentro de Memorias Trans. El CAC también tiene vinculaciones a comunidades transformistas.
“Una de las cosas más fuertes es que no tenemos espacios que nos ayuden a reconocer nuestra propia historia, no hay espacios comunes”, dice Macías. “Como una forma de aportar decidimos hacer un mural para plasmar lo trans”.
Para ello se realizaron talleres y reuniones con grupos de personas trans. “Si logramos que al menos una persona de las decenas de visitantes diarios entienda la no violencia, habrá una persona menos que pueda matar a mi hija”, dijo en una de las reuniones Lorena Bonilla, fundadora de Amor y Fortaleza, según lo recuerda Macías. Ese fue un momento clave en el que decidieron que harían el mural.
Adriana Coloma, directora ejecutiva de la Fundación Museos de la Ciudad, y Daniela Carvajal, jefa de Mediación Comunitaria, lograron la vinculación del CAC con Diálogo Diverso, una organización que trabaja por los derechos de las personas Glbtiq, para la producción del mural.
En los encuentros con representantes de la comunidad trans se identificaron elementos que den cuenta de una cultura grande, compleja y diversa para construir el mural. Se eligió un puño como símbolo de la fuerza trans, que rompe las estructuras que han sostenido la discriminación en contra del colectivo: la Iglesia, el Estado y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El muralista Apitatán fue el encargado de poner en escena estos elementos. La obra será después intervenida por personas trans, con fechas, datos, organizaciones y nombres de activistas.
Así también nació la idea de implementar una sala para la Nueva Coccinelle, uno de los colectivos más icónicos del país. Allí se muestran fotos de la vida cotidiana del grupo y de eventos, como reinados. También hay imágenes que revelan la violencia que vivieron las mujeres trans de los 90 y recortes de periódicos sobre cómo se trataba al colectivo.