Con exámenes y ecografías se previene la hepatitis en el Luis Vernaza. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
No todos los casos son crónicos, pero Celinda Vallejo, de 65 años, estuvo al filo de la muerte. El virus de la hepatitis causó un daño irreversible a su hígado, al punto que su única salvación era un trasplante.
“Hace ocho años le hicieron una cirugía y necesitó dos pintas de sangre. Después de eso su salud se deterioró. Con el tiempo descubrimos que la sangre estaba contaminada”, recuerda Patricia Silva, su hija.
La fatiga y la pérdida de 30 libras eran la manifestación de una hepatitis C, diagnosticada años más tarde después de acudir a varios especialistas.
El virus desencadenó una cirrosis crónica, que agravó su calidad de vida y demandó un tratamiento mensual que costó USD 1 000. “La medicación ya no hacía efecto. Un médico nos dijo que era mejor dejarla descansar”, cuenta Patricia.
La hepatitis es una enfermedad viral que inflama el hígado. Existen cinco tipos (A, B, C, D y E), que se transmiten por distintos mecanismos y causan desde complicaciones leves hasta cuadros más crónicos, como el de Celinda Vallejo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que hay 400 millones de portadores. Cada año, 1,4 millones mueren, principalmente, por los tipos B y C, que se transmiten por sangre y otros fluidos. Estos generan una infección aguda que puede derivar en cáncer hepático y cirrosis. Su mortalidad es comparable a la del VIH o tuberculosis.
Pero quizá la cifra más alarmante es que el 90% desconoce que adquirió la enfermedad. El hepatólogo Javier Mora, del Hospital Luis Vernaza de Guayaquil, explica que resulta difícil detectarla tempranamente, porque no se manifiesta con un cuadro clínico claro.
Los síntomas se confunden con un infección cualquiera: fiebre, vómito, diarrea, malestar general, dolor de las articulaciones y de los músculos. Algunos pacientes ni siquiera presentan signos. La ictericia, o pigmentación amarillenta de la piel -su principal característica-, no es frecuente. “Es importante prevenir y tener un chequeo anual, que implica exámenes de sangre y ecografías”, recomienda Mora.
Para reducir el impacto de este problema de salud, la OMS lanzó en el 2016 la estrategia mundial contra las hepatitis víricas. Esta busca bajar en un 30% los casos de los virus B y C, y reducir en un 20% la mortalidad hasta el 2020. Al 2030 se espera eliminarla.
Ecuador se sumó al plan. En lo que va del año, el país reporta 1 615 casos de hepatitis A (que en muy pocos casos es fulminante) y 249 tipo B. 31 personas fallecieron en 2016 por los virus B, C y A; otras defunciones fueron de tipo autoinmune y por alcoholismo.
Pichincha y Manabí concentran las cifras más altas, como detalla la gaceta epidemiológica del Ministerio de Salud, que muestra una disminución de estos casos en los últimos cuatro años. Sin embargo, para los especialistas, las cifras pueden ser más elevadas pues muchos casos no son diagnosticados.
Los análisis confirmaron hace ocho días que Roberto (nombre protegido) tiene el virus B. Desde mediados de junio notó que su piel se tornó amarillenta y su orina era oscura. “Mi hígado está bien, pero debo seguir un tratamiento, hacer dieta y evitar las relaciones sexuales en los próximos seis meses”, contó el hombre, de 55 años, en una camilla del área de Cuidados Intermedios del Hospital Vernaza.
Exámenes de sangre y ecografías son parte de los métodos de diagnóstico. Pablo Landívar, jefe del centro de imágenes de ese centro asistencial, explica que en un eco se puede visualizar el crecimiento anormal del hígado o lesiones (tumores y cicatrizaciones).
El hígado es el principal blanco de la hepatitis. En cuanto el virus ingresa el sistema inmune lo ataca. La infectóloga Ana Ávila, del Hospital Los Ceibos del IESS, señala que esa reacción es efectiva contra el tipo A; pero en los casos crónicos, el sistema inmune también afecta gravemente a los hepatocitos o células hepáticas.
Por eso el órgano se inflama. Las pruebas sanguíneas pueden alertar una elevación de las enzimas hepáticas, que limita la metabolización de fármacos y alimentos, así como otras funciones del hígado.
Con el diagnóstico viene el tratamiento con antivirales, que puede resultar un tanto costoso. Al año, en promedio, el MSP destina USD 14,7 millones en esta medicina. Pero en su plan, la OMS pide incrementar la cobertura y el acceso a fármacos y a vacunación.
Celinda toma antivirales y acude a consultas en la Unidad de Trasplantes del Luis Vernaza, donde hace nueve meses recibió un trasplante hepático. “En menos de un mes de espera apareció un donante. Creemos que fue un milagro”, dice su hija. Ahora se cuida porque el virus no desaparece del todo. Hay que evitar que el bajo porcentaje en su sangre lesione su nuevo hígado.
En contexto
Ayer fue el Día Mundial contra la hepatitis. La OMS, con su estrategia global, busca impulsar campañas, reducir los costos de medicación, promover la prevención y la vacunación. La meta es eliminarla hasta el año 2030.