Orlanda Ramírez reza cada mañana en el altar, ubicado en la parte externa de su casa. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
En la zona rural de los cantones manabitas de El Carmen, Jama y Flavio Alfaro, los montuvios acostumbran a colocar imágenes religiosas en la fachada de sus casas o negocios para buscar su protección.
Los santos que más devotos tienen son San Pedro y San Pablo. Los manabitas organizan fiestas en su honor la última semana de junio. Esos días se prenden velas en los altares y se les coloca ropa elegante, que es confeccionada por las mujeres montuvias.
En Jama, el fin de semana pasado se realizó una fiesta para rendir homenaje a esos santos. Fue en el centro del poblado, con actos culturales y deportivos. Maricela Bravo señaló que, este año, el festejo fue más emotivo porque se agradeció por la vida de todas las personas rescatadas en el terremoto del 2016 y a la vez se elevó una oración por las personas que fallecieron ese día y por la resignación de sus familias. “Les agradecimos por la vida, el trabajo y la salud”.
En El Carmen, los eventos se hicieron como parte de las fiestas por los 50 años de cantonización. La manabita Mercedes Montesdeoca, de 65 años, decoró su pequeño altar con flores y velas para homenajear a las tres imágenes de los santos San Pedro, San Pablo y del Divino Niño, que reposan sobre una mesa con un mantel rosado.
En ella, sus creencias religiosas las recuerda desde que tenía 10 años. Su familia era católica y de ella aprendió las oraciones y canciones religiosas que se usan en las novenas. Desde hace 55 años le prende una vela cada mañana a sus santos. Asegura que debido a esa costumbres no se han vivido tragedias en su familia, y las pocas, las han superado.
Una de esas calamidades sucedió hace cinco años. Montesdeoca recuerda que una chispa salió de un poste de luz e incendió su casa de madera. “No recuerdo cómo salimos del lugar, pero nadie resultó herido. Cuando apagaron las llamas busqué a mis santitos y estos estaban quemados”.
Eso -afirma- fue un milagro. “Ellos se quemaron por nosotros”. Ese mismo día, la manabita volvió a armar su altar con recortes de los mismos santos. Con el tiempo, sus hijos le regalaron nuevas imágenes.
Para Orlanda Ramírez, en cambio, los santos son una compañía. Desde que se levanta enciende una vela y ora por su esposo, quien falleció hace tres meses. “Desde que se fue solo siento tristeza, pero al rezarle a los santos siento paz y resignación”, señaló.
Ella vive en el recinto Marco, de Flavio Alfaro y en su domicilio, en la vía hacia Chone, montó un pequeño restaurante, donde vende bollos y comida típica manabita. Ramírez afirmó que las oraciones que reza cada mañana han sido claves para que no le roben. Esa tradición de orar a los santos la comparte con su vecina Edita Herrera, quien también vende comida.
Ella tiene un altar con luces y estampitas de San Gregorio y varias cruces blancas. “Cada día les pido por la paz de mi hogar y por la salud de mi familia”.