El cierre y desmantelamiento de la icónica cafetería Richmond de Buenos Aires, frecuentada por Borges, Cortázar, Greene y Saint-Exupery, desató una polémica en Argentina, en medio de reclamos al gobierno capitalino para que asuma un rescate ordenado por la justicia.
Tras el cierre de la cafetería en la madrugada del 14 de agosto, se entabló una batalla entre el gobierno de la capital, que insiste en no poder imponer un uso específico a una propidad privada, y conservacionistas, legisladores y un juez, que bregan por el respeto de un patrimonio cultural garantizado por ley.
A través del frente vidriado pintado de blanco para ocultar el salón totalmente vacío -donde se prevé la instalación de una sucursal de la cadena de ropa deportiva Nike- sólo se alcanzan a ver siete u ocho de los célebres sillones ingleses tapizados en cuero, los pocos que quedaron entre un centenar que fueron retirados en medio de la noche, así como las mesas Thonet de época.
“La gente está sorprendida: se paran, miran al interior y se quedan varios minutos en el lugar”, dice un policía apostado en la entrada por orden de un juez. “Tienen la necesidad de hablar, es impactante”, agregó.
Decenas de personas formaban fila este miércoles frente a la clausurada cafetería para firmar un petitorio por su reapertura, impulsado por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de Buenos Aires.
“Esto no tiene explicación”, dijo a la AFP Claudia, una ama de casa que aguardaba para firmar junto a su hija Marcela, estudiante, quien lamentó que “no se respete lo que es parte de nuestra historia”.
El sorpresivo cierre de la legendaria ‘confitería’ (cafetería) de la céntrica calle peatonal Florida, mencionada en “Rayuela” (1963) de Julio Cortázar, y en “El cónsul honorario” (1973) , de Graham Greene, causó una fuerte reacción entre los defensores del patrimonio.
Teresa de Anchorena, miembro de la Comisión Nacional de Monumentos, reprocha al ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi, el haberse negado a intervenir.
“Si lo hubiera hecho, la Richmond estaría protegida”, dijo a la AFP.
Santiago Pusso, responsable de la ONG “Basta de demoler”, planea presentar una demanda judicial contra Lombardi “por violación de los deberes de funcionario público”.
La empresa Nike asegura ser “ajena a esta decisión”. “Los locales Nike shops son operados en todos los casos a través de terceros”, dijo la firma en un comunicado, sin desmentir su eventual instalación en el edificio sede de la cafetería.
“Es obvio que no se puede obligar a determinado uso a un propietario”, escribió Lombardi, cuando los defensores del patrimonio estiman justamente que la actividad de los ‘bares notables’ debe ser preservada.
“Los propietarios ya dispusieron de los muebles. Pero estamos tratando de negociar con ellos”, dijo a la AFP un vocero del ministro.
El juez Fernando Lima, ante una presentación de la diputada María José Lubertino del parlamento comunal de Buenos Aires, ordenó el retorno del conjunto del mobiliario así como una vigilancia policial permanente frente al café.
“Lo que está en juego es el interés general”, subrayó una fuente judicial cercana a la causa, sorprendida de ver que el dueño del local aún no se ha presentado ante la justicia a pesar de tener el ingreso prohibido a su propiedad.
Incluida entre 54 cafés notables de Buenos Aires, la Richmond también remite a la legendaria compañía de aviación francesa Aeropostal, dado que los pioneros de la aviación Antoine de Saint-Exupéry y Jean Mermoz pasaban su tiempo libre en el salón de la planta baja y jugando al billar en el subsuelo.
El autor de “El Principito” vivía muy cerca de allí, en un “pequeño apartamento amueblado encantador” de la Galería Güemes, sobre la misma calle Florida, como le escribió a su madre en noviembre de 1929, poco después de su llegada a Buenos Aires.
Este asunto estalla cuando la capital francesa se dispone a recibir a partir del 4 de septiembre el ‘Tandem Paris-Buenos Aires’, una temporada cultural, artística y literaria entre ambas capitales.
El legado de la Richmond va más allá de los recuerdos: sus decorados -entre ellos la ‘boiserie’ (revestimiento de madera) – fueron hechos en 1917 por el arquitecto belga Jules Dormal, quien previamente había dirigido las obras del Teatro Colón, la gran ópera argentina.
Pero para Argentina, la Richmond es sobre todo el café de Jorge Luis Borges (1899-1986).