El 9 de septiembre de 1981, Jacques Lacan moría de un cáncer de colon en una clínica de Neuilly, en las afueras de París. Treinta años más tarde, el psiquiatra que revolucionó el psicoanálisis sigue levantando pasiones, considerado un genio por unos y un impostor por otros.
“Soy un payaso, tomen ejemplo y no me imiten”, repetía este terapeuta y teórico fuera de lo común, que adoptaba gestos de dandy (galán) extravagante y abofeteaba ocasionalmente a sus pacientes.
Nacido en 1901 en París en una familia católica conservadora, estudió medicina, se especializó en psiquiatría y se apasionó por el surrealismo.
En los años treinta efectuó un análisis de seis años y medio con Rudolph Loewenstein y defendió su tesis doctoral, ‘La psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad’.
En su mítico gabinete situado en el número 5 de la rue de Lille, en París, Lacan instauró las sesiones cortas o de duración variable. En ellas no dudaba en recibir a sus pacientes apenas dos o tres minutos, varias veces al día, o en sacudirlos emocionalmente sin miramientos. AFP