Personas pertenecientes a organizaciones sociales realizan una “Olla Popular” reclamaron este martes por el alza de precios en Argentina, producto de la depreciación del peso. Foto: Vid Fernández/ EFE
Las monedas de Argentina, Turquía, Brasil, India, Indonesia y Sudáfrica vienen cayendo desde inicios de año y ese derrumbe parece que seguirá en las próximas semanas.
La depreciación de estas monedas, en el peor escenario, podría contagiar a más países, provocando una crisis en los mercados emergentes y socavando el crecimiento y el bienestar de la población.
Pero aún no hay que alarmarse. Por ahora, el problema está focalizado en una media docena de países, encabezado por Argentina en América Latina y por Turquía, en Europa.
Aunque ambos países tienen problemas similares: altos déficits de cuenta corriente, inflación de dos dígitos y un volumen inmanejable de deuda en dólares, las herramientas utilizadas por sus autoridades muestran que medidas similares tienen efectos diferentes.
Hasta el año pasado, Argentina era la estrellita de la región para los inversionistas. Se esperaba que este año crezca un 4% gracias a un modelo ortodoxo aplicado por el presidente Mauricio Macri, que prometía bajar el gasto público, impulsar al sector privado, reducir el déficit fiscal, abrir los mercados, cumplir las obligaciones con acreedores, etc.
Pero el plan se cumplió a medias, sin mayores resultados en la reducción del gasto público. Además, una fuerte sequía afectó la producción agrícola, el motor de la economía.
En los hechos, el peso argentino ha perdido más de la mitad de su valor este año, convirtiéndose en la moneda de peor desempeño de los países emergentes. Para frenar la caída del peso argentino, las autoridades aplicaron lo que dice el manual: vender reservas para sostener el tipo de cambio y aumentar las tasas de interés para retener los capitales. Esta subió hasta el 60%, la más alta del mundo, pero no funcionó.
La firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para conseguir USD 50 000 millones y el anuncio de recortes de gasto en el sector público tampoco lograron frenar la caída del peso, lo cual significó más inflación.
Turquía, en cambio, hasta el mes pasado era partícipe de tomar medidas heterodoxas para controlar la caída de la lira. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, sostiene fervientemente que la inflación de dos dígitos de su país no puede controlarse con tasas de interés más altas, y que en realidad estas deberían reducirse. La inflación aumentó a casi el 18% en agosto de este año.
El mes pasado, los inversionistas pusieron más interrogantes sobre la economía turca luego de que EE.UU. le aplicara sanciones económicas por el arresto del pastor protestante estadounidense Andrew Brunson.
El presidente Donald Trump anunció el alza de aranceles al acero y al aluminio de Turquía, a 50% y 20%, respectivamente, provocando un desplome de la lira turca de 18%.
Pero el miércoles pasado, el Banco Central de Turquía sorprendió al mercado y elevó las tasas de interés en 625 puntos básicos, hasta el 24%. El mercado, que esperaba un 22%, saludó la independencia del Banco Central para subir las tasas.
Esta medida, que no funcionó en Argentina, sí lo hizo en Turquía, donde la moneda se recuperó un 7% esta semana, aunque entre enero y agosto se había depreciado un 42%.
A inicios de este mes, Commerzbank advirtió que lo ocurrido en Turquía y Argentina envía un mensaje a otros países emergentes: no deben dejar a sus monedas depreciarse durante demasiado tiempo.
La advertencia es para India, donde la rupia ha sufrido su peor declive mensual en más de tres años. Las autoridades creen que será temporal, ya que existe una mayor demanda de dólares para importar combustibles más caros. Esta semana, la rupia tocó mínimos históricos al cotizarse en 72 por dólar.
Por su parte, la rupia indonesia se ha desplomado a su nivel más bajo desde la crisis financiera asiática de 1998, mientras que el rand de Sudáfrica se encuentra en su nivel más bajo desde 2016. Esta nación acumula dos períodos de crecimiento negativo en este año y el alza del precio del petróleo aumentó sus costos internos y afectó su economía.
Brasil también forma parte de las economías más vulnerables, con una moneda que se ha devaluado 20% frente al dólar este año. Aunque tiene uno de los déficits fiscal y de cuenta corriente más altos y las elecciones presidenciales mantienen la incertidumbre política, los inversionistas no lo ven tan grave como Argentina y Turquía.
Para Michael Hanley, miembro del Comité Ejecutivo del Foro Económico Mundial, la realidad económica de cada uno de estos países es diferente pero el resultado es el mismo: una pérdida de confianza por parte de los inversores, una salida de fondos y una caída en el valor de sus monedas.
Y el factor común del colapso de la moneda en Argentina, Turquía, Sudáfrica e Indonesia “es una dependencia desproporcionada de los prestamistas extranjeros para financiar el comercio y los déficits gubernamentales”.
Y tampoco hay que dejar de lado lo que sucede en Estados Unidos, cuya economía viene creciendo a niveles récord del 4% anual. Esto, más el aumento de tasas de interés por parte de la Reserva Federal ha atraído a los inversores, que ahora prefieren invertir en EE.UU. Eso significa retirar sus recursos de países débiles como Argentina, Turquía, Indonesia.