José Pedro Llumiquinga Caiza tiene 36 años, 17 de ellos dedicados al oficio de herrero y cerrajero. Es un hombre pequeño, anchito, con un rostro serio y lleno de determinación.
Una determinación que le impulsó, hace 12 años, a independizarse de sus maestros –Belisario Analuisa, de Cumbayá; y Pedro Pachacámac, de Chillogallo- y forjarse un camino en solitario.
Entonces abrió Aldea Italia. Primero en Cumbayá, de donde salió cuando la dueña le pidió desocupar el lote y luego en la ubicación actual, en la autopista Rumiñahui, entre los puentes 7 y 8.
Fue una buena decisión, dice mientras mueve con energía unas manos anchas y llenas de las cicatrices que ha dejado el oficio. “Gracias a Dios mi taller es muy conocido y tengo clientes que vienen de todas partes”.
¿Por qué Aldea Italia? Porque la mayoría de los diseños del maestro Llumiquinga salen de las páginas del “montón de catálogos italianos que poseo”.
De esas páginas, ya muy ajadas por el uso, pero también de su innata creatividad, salen esos faroles, lámparas, bancas, mesas, pasamanos, chimeneas, candelabros, planchas, puertas y portones –todos con hierro forjado- que encandilan la vista de quienes cruzan por el lugar.
Ahora ya no trabaja solo. Cuatro operarios le acompañan. De lunes a viernes. De 08:00 a 18:00 o, cuando hay que entregar una chaucha, hasta que esté lista.
Ellos son Franklin Paucar, Fernando Recalde, José Suntaxi y Ángel Ramírez. Paucar, quien labora en Aldea Italia por cinco años, resalta el profesionalismo y la honradez de su ‘yachag’.
Ramírez, un joven que recién votó por primera vez, es más espontáneo y afirma que trabajar con el “maestro es tuco”.
Su esposa, Jeanette Niacato, también ayuda en lo que hace falta. Y como está de vacaciones Andrés, el hijo, hace lo mismo.
El fuerte del maestro Llumiquinga es el forjado artístico del hierro. Material al que combina con otros: vidrio en las lámparas y faroles; madera en ciertas puertas, mesas y bancas…
El acabado de sus creaciones es parte esencial de su trabajo. El patinado y el envejecido son dos técnicas muy usadas. Los rústicos y moteados, también. Los envejecidos tienen tres toques: cobre, bronce u oro viejo.
¿Cuál es la bitácora de trabajo del maestro José? El primer paso, cuenta Llumiquinga, es tener el modelo que desea el cliente. A la medida requerida.
Luego se calienta el material en la fragua. Es un pequeño horno artesanal con capacidad para 30 varillas , ya sean redondas, rectangulares o cuadradas. La temperatura habitual fluctúa entre 700 y 1 000 grados centígrados. Entonces es el tiempo del moldeado.
Este se realiza a ‘punte combo’. Para los pasamanos, por ejemplo, se hacen tres acabados de los extremos: en ‘churito’, en punta y en cola de sirena.
¿Los precios? Según el objeto. Hay candelabros de USD 4, pasamanos de USD 500 y portones de USD 1 000 (4 m de ancho por 3 de alto). Si quiere alguno de estos objetos llame a: 2348161 ó 090027338.