No. El mal de Parkinson no ha sido un freno para Eloy Narea. Peor aún un estate quieto.
A pesar del evidente temblor de sus manos, este artista cañarense, nacido en Solano hace 86 años, sigue tan activo como cuando cumplió los 10 y elaboró su primera obra en serio.
Como hace 40, 60 ó 70 años, cuando don Eloy toma los pinceles, brochas y pigmentos seguro que el resultado será una obra de arte, explica Giovanni Carmona, un admirador de su trabajo.
En cerámica o en vidrio. En piedra o lienzo. En el material que utilice porque, como reconocen quienes conocen su trabajo, su sabiduría y su tesón, don Eloy es como los toreros de época: un maestro de maestros.
Para llegar a esa estatura se forjó un camino de continuo perfeccionamiento. Una pasión que le ocupó todo el tiempo y le alejó de la familia, lo que al principio no fue aceptado por sus hijas Martha, Cecilia y Rosa.
“Me disgustaba su total dedicación al trabajo, pues hasta el domingo pasaba en el taller o en alguna de sus obras”, expresa Rosa, la menor de sus hijas.
Paradójicamente, al final Rosa se contagió de ese amor y hoy es otra artífice de ese arte. Junto a Cecilia, Daniel Verduga y, ocasionalmente, su hermana Martha. Y Gloria Bolaños, Marianela Aguilera y el ‘Gato’ Tatamuel.
Bajo la égida de su padre fundaron Cevidec en 1993. Este taller, ubicado en el barrio Obrero Independiente, en la calle Ricardo Izurieta del castillo N30-138, siempre tiene pedidos.
Claro, el prestigio de la maestría de don Eloy es el principal currículo. Un arte que como la Banda de Pueblo de José de la Cuadra, está regado en todo el país: en Machala, Riobamba, Guayaquil, Quito, Manta… En muchas edificaciones de los salesianos, con los que tiene total afinidad, porque estudió y trabajó mucho tiempo con ellos.