El crecimiento vertical de Quito es evidente. El traslado del Aeropuerto Mariscal Sucre a Tababela supuso una nueva regulación del negocio inmobiliario y los pisos de los edificios aumentaron.
Actualmente, desde la avenida Patria hasta La Y se construyen 54 proyectos inmobiliarios, según una nota de este Diario del miércoles pasado. Todos superan los 12 pisos.
Este crecimiento vertical de la ciudad no tiene consenso general, desde luego. Y tiene defensores y opositores por igual.
Para el arquitecto Diego Salazar, el debate no está entre las edificaciones en altura y las bajas, pues está demostrado que la densificación permite tener ciudades más eficientes. Y uno de los ejes de la densificación es, precisamente, el crecimiento hacia arriba.
El arquitecto Marcelo Salvador afirma que un estudio de Cal y Mayor demostró que la edificación ideal es de estructuras de 10 pisos y 1 000 m² de área.
Si se hacen más altos, explica Salvador, se genera una alta demanda de servicios (entre otros la movilidad) que constituyen un subsidio de la ciudad a los constructores.
Según este profesional, es posible construir en casi toda el área urbana, en especial el macro-centro, porque Quito todavía no está saturado. Sin embargo, en áreas como el Centro Histórico y las colinas no es posible hacerlo porque se generan varios inconvenientes urbanos.
El problema, según Salazar, radica en la especulación del suelo, el principal factor de expansión y de desequilibrios sociales.
En muchas metrópolis del mundo existen normas y legislaciones que controlan el precio del m² de suelo y del m² construido; en el país este valor es manejado por la oferta y la demanda; es decir, la ley de libre mercado.